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2/10/11

Manolo Caracol III




     Manolo Caracol arrastró el carro en el que portaba su vida hasta que las fuerzas le fallaron y tuvo que adentrarse en la siguiente localidad que encontró a su paso. Era la madrugada de un día húmedo y le sorprendió encontrar a tanta gente pululando por las calles con algarabía. Tardó en comprender que estaban en fiestas. Las calles iluminadas, guirnaldas, música, restos de bebidas por doquier. Intentó dejar el carro en una calle alejada del jolgorio para descansar después del esfuerzo.
     Durmió durante unas horas hasta que unos golpes lo despertaron. Buscó a tientas la escopeta y se asomó por uno de los ventanucos azorado. Solo vio una pandilla de muchachos adolescentes. No serían los únicos. Después pasaron otros y después más. Casi todos reparaban en aquel carro aparcado en una calle desierta. Con la luz del alba observó con inquietud que habían retirado todos los vehículos de la calle. Pronto comprendió por qué. La música comenzó a fluir por las calles. Una charanga se acercaba hacia él. Saltó del carro y se apresuró a apartarlo del camino. Fue imposible que no repararan en él las decenas de muchachos que asistían al desfile entre risas y bromas. Alguno de ellos dijo: "mira, parece un caracol".
     Con el carro a buen recaudo se dispuso a repetir la rutina del día anterior. Desayunó en un bar del pueblo, esta vez pasó inadvertido entre la multitud festiva. Todos los comercios estaban cerrados por la fiesta mas no necesitaba nada que no pudiera aguardar al siguiente amanecer. Llevaba casi tres días sin ducharse y la atmósfera interior del carro se había tornado densa, así que buscó algún lugar donde asearse. Finalmente acabó en los aseos de un restaurante intentando no espantar a los clientes.
     A la hora de la comida dio cuenta de una copa de vino y trozo de chorizo con pan. Mientras disfrutaba los sabores de la comarca contemplaba la televisión. Observó a su amigo Antonio en el noticiario. Dejó de masticar perplejo. Un subtítulo rezaba: "Un hombre se dirige a pie hacia Madrid para protestar por el coma de su hija y su mujer". Pudo ver alguna foto suya de fondo. "Qué demonios había pensado Antonio para delatarlo ahora", pensó. Tenía que partir en ese mismo momento.
     Se alejó del pueblo lo suficiente como para no cruzarse con nadie y resguardó el sol entre unos arbustos. 
   Cuando cayó la noche avanzó hacia la siguiente población. Pensó que tendría que incrementar la discreción. Pero permanecer encerrado en aquel cajón de madera era insufrible.

* * *

     Por suerte la siguiente localidad no estaba en fiestas. Sería más fácil eludir a curiosos que pudieran identificarlo. Repitió el ritual de desayunar en un bar, hacer la compra en una tienda y asearse en unos lavabos. Compró el periódico y buscó las noticias locales. Aparecía su foto en un pequeño artículo en el que decía que un padre coraje se dirigía hacia el Ministerio en busca de justicia para su hija en estado de coma tras sufrir un accidente de tráfico por culpa del mal estado de la calzada. Nada más lejos de la realidad, pensó. Ni era padre coraje ni iba a reclamar justicia. Se la iba a tomar. Vaya que sí.
     
* * *

     Así transcurrió una semana repitiendo el mismo ritual de viajar de noche y confundirse con la población durante el día. Llevaba recorrido casi un tercio del camino y cada día avanzaba una distancia mayor conforme endurecía sus músculos. Nadie había reparado en él hasta ese día cuando estaba a punto de introducirse en el carro después de haber comido.
     _Perdone. Oiga, usted.
     Manolo se giró y miró de soslayo. Pensó en cuánto tiempo tardaría en introducirse en el carro y enarbolar su escopeta. No tenía tiempo.
     Por suerte era solo un muchacho.
     _Usted es Manolo Caracol ¿verdad?
     _¿Perdón?
     _Usted es Manolo Caracol. Ha salido en las noticias. Eh, chicos venid, es Manolo Caracol.
     Manolo no respondió y se dispuso a salir a toda velocidad de allí, pero una turba de muchachos lo rodeó y se lo impidió.
     _¿Nos deja hacernos una foto con usted?
     _Tengo que irme.
     _Descuide, será solo un momento.
     El muchacho inmortalizó el instante con su móvil. Un Manolo con rostro suspicaz y sombrío aparecía rodeado de muchachos joviales.
     Partió hacia otro lugar donde pasase inadvertido. Tendría que extremar las precauciones si quería evitar a la policía. Si descubrían sus planes estaba perdido. Llegó al anochecer a otro pequeño pueblo. Dejó el carro en las afueras, entre árboles, lejos de la vista de curiosos. Entró y durmió.

* * *

     A la mañana siguiente se aseguró de que nadie lo veía salir del cajón y se dirigió al centro del pueblo con una indumentaria distinta y un sombrero de paja que ocultaba su rostro.
     Apenas entró en el pueblo tuvo un mal pálpito. Había demasiados vehículos extraños.
     Una muchacha lo abordó sin que tuviera tiempo de reaccionar.
     _Manolo, tiene un minuto para mí.
     Manolo intentó huir, pero la muchacha lo siguió. Llevaba un micrófono en la mano.

Continúa en Manolo Caracol IV


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