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29/12/11

Panem et circenses

Bien sabían los romanos, que el hombre llano es fácil de contentar. Basta con tenerle el estómago lleno y darle algo de entretenimiento. Lo llamaban panem et circenses (pan y circo). Hoy tenemos nuevas versiones del circo de antaño, con la telebasura y el telefútbol, que mantienen a millones de almas fatuas pegadas a la pantalla. 
Pero no nos engañemos.
No se trata de una conspiración urdida por los poderes fácticos. No se trata de una estrategia para manipular las mentes en contra de nuestra voluntad. Nadie nos obliga a digerir lo que nos ponen en la televisión. 
Podemos elegir.
Podemos cambiar de cadena para disfrutar de cine clásico, documentales o debates. El poder está en nuestras manos. Nadie nos obliga a contemplar nada. Aun cuando todas las cadenas retransmitieran bazofia, podríamos apagarla. Aunque nos ataran las manos y nos amordazaran frente a un televisor aún podríamos cerrar los ojos. Y aun con los ojos abiertos aún podríamos abstraernos y pensar en otra cosa. Nadie puede robarnos nuestra capacidad de elegir. Nuestra capacidad de pensar. Nadie puede robarnos la libertar. Por eso cierro mis oídos cuando escucho a alguien quejarse de la programación. La programación la hacemos nosotros con nuestras decisiones. Si todo el mundo optara por ver documentales, las cadenas se llenarían de documentales. Pero no es así. A la gente le gusta el fútbol y la basura. Y eso es lo que hay.

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