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14/1/11

El síndrome del emperador

Los hijos tiranos no nacen, se hacen. Tú haces que así sean, con tus consentimientos, tu sobreprotección y tus milongas. Un niño de un año necesita cuidados. Un niño de dos necesita cuidados y disciplina. La familia es el entorno en el que el nuevo ser humano se socializa y aprende el valor de las cosas, los límites a la libertad, las normas de obligado cumplimiento y también el espacio de libertad que le queda. Si desde niños aprenden que con gimotear, gritar o patalear consiguen todo lo que quieren, cuando sean más mayores convertirán esos gritos y esas patadas en amenazas, insultos y agresiones físicas. Si quieres evitar que tu hijo se convierta en el dueño de la casa debes inculcarle valores y límites a sus exigencias desde que nacen. Los deseos de un niño son infinitos, mientras que la capacidad de satisfacerlos es limitada. Esa limitación hace que llegue un punto, en torno a la adolescencia, en el que sus reivindicaciones son insostenibles y es cuando ejerce su presión para lograr sus objetivos. Esto lo hace porque nadie le ha enseñado desde niño que querer y poder son dos cosas distintas, que cada cosa que pide tiene un coste en forma de dinero o trabajo por parte de los padres y que algún día él deberá comenzar a aportar esfuerzo para lograr sus caprichos. Dicho lo cual, huelga decir que la violencia paterna es innecesaria y contraproducente. Para educar a un niño no es necesaria la violencia de ningún tipo. Cuando un niño o un adolescente se muestra intratable es porque ya ha recorrido un largo camino de consentimientos y ya se encuentra en una situación crítica. Es probable que, si se aborda demasiado tarde, sea preciso el recurso a especialistas. Así que si no quieres que tu propio hijo se acabe haciendo el dueño de tu casa, comienza desde bien temprano a enseñarle a ganarse cada premio y cada regalo, por ejemplo, haciendo sus deberes y ayudando en las tareas de la casa.

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