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8/1/11

Punto y coma

Todos los que nos hemos tomado alguna copa alguna vez, o sea todo animal de dos patas, sabemos que existe un nivel de alcohol en sangre que es el deseado. Cuando alcanzamos ese estado todo parece más fácil, es más fácil reír, hacer amigos, perdonar, divertirse, ligar… Todo el mundo ha tomado alguna copa para alcanzar ese estado. Muchos lo llaman el puntillo o el punto. “Ya he cogido el puntillo, qué bien me siento”.
Si sigues bebiendo, algo que afecta a los mismos del párrafo anterior, es probable que alcances otro estado menos deseable en el cual tu cerebro comienza a desconectar todas las áreas no necesarias para la supervivencia. De ese modo, comenzamos una regresión hacia nuestros orígenes, una involución hacia nuestro pasado reptil. Primero se apagará las áreas de nuestro cerebro encargadas del razonamiento, es cuando comenzamos a decir incoherencias de las que luego nos arrepentimos. Luego se apagan las encargadas de la empatía y la socialización, cuando perdemos todo decoro, toda cortesía y somos capaces de lanzar las mayores groserías y ofensas contra todo el mundo y al día siguiente, sencillamente no nos acordaremos. Finalmente, si seguimos ingiriendo alcohol, comenzarán a desconectarse las áreas encargadas del control del equilibrio y la coordinación, desagradable experiencia que nos hará caminar trastabillando constantemente o incluso caer al suelo. Si superamos esa fase entraremos en un estado en el que el cerebro se desconecta del cuerpo durante un tiempo indeterminado, en algunos casos irreversiblemente. Hablamos, claro está, del coma. Por tanto, la gran cuestión que nos ocupa es ¿Cómo alcanzar el punto sin llegar al coma? Bonito dilema.

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