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11/2/11

Los gladiadores del mañana

No mucho tiempo ha, los poderosos medían sus fuerzas en los cosos romanos haciendo que sus mejores hombres lucharan a muerte entre ellos o contra bestias. Pudiera parecer incomprensible que dos enemigos o rivales acérrimos pudieran guardar la compostura sentándose uno junto al otro durante el combate. Pero en realidad, todo era normal. Estábamos asistiendo a una competencia de poder simbólico. Mientras el poder real, el físico, se batía en duelo en la arena del circo, los mentores pugnaban con sus poderes simbólicos desde las tribunas. Del resultado de esas lides emanaban los designios para los mentores. Ese poder simbólico acababa convirtiéndose en poder real cuando las victorias que lo habían engendrado se convertían en cargos políticos, acuerdos o negocios. El poderoso quería aliarse con los fuertes y confiaba sus dominios o sus negocios a los vencedores.
Hoy, cuando los circos romanos se han teñido de verde y los gladiadores se baten contra un trozo de cuero esférico, hemos rizado el rizo del poder simbólico. Ese simbolismo ha transcendido las tribunas y ha impregnado el propio campo de batalla, donde las victorias se dirimen por medio de la astucia, los fichajes, la riqueza y, llegado el caso, la compra de voluntades. Ya no se derrama sangre, pero sí honor. El honor del vencido se expele en forma de lágrimas y decepción.
Los gladiadores del mañana se batirán en duelos aún más simbólicos que los de hoy. La astucia, la estrategia y las tácticas decidirán los derroteros de los contrincantes y de sus acaudalados mentores. Probablemente los contrincantes no terminarán siquiera sudorosos y jadeantes, porque sus lides serán más intelectuales que físicas. Y tal vez alguien se pregunte por qué no se lían a mamporros si lo que quieren es medir sus fuerzas. Pero será porque no han comprendido los entresijos del poder simbólico.

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