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1/2/11

Una muerte dulce

        La anciana descansaba en la taciturna cama de un hospital, a donde todos sabían que iban para pasar sus últimos días. Hacía dos días que había empeorado y toda la familia se había reunido en torno a ella. Era una abuela muy querida, así que una cohorte de hijos y nietos la rodeaban en un su lecho de despedida. Los rostros de todos ellos reflejaban una profunda tristeza y el ambiente triste se palpaba al entrar por el pasillo. Sabían que le quedaba horas, tal vez minutos.
         Pero una de las nietas se resistía a despedirse de ella en medio de ese halo de tristeza, así que llamó  a Ranjit, un profesor de yoga que le había enseñado a disfrutar de la vida y a no temer la muerte. Sabía que él podía cambiar la situación. La nieta entró con el profesor y todos se giraron al verlos. Había gestos de incomodidad y de reproche.
         _ Pero ¿qué estáis haciendo? _preguntó el profesor.
         _¿Cómo que qué estamos haciendo? estamos despidiéndonos de la abuela _dijo uno de los hijos.
         _¿Y lo hacéis así, desbaratando sus últimos minutos de vida?
         _¿Qué quieres que hagamos, bailar de alegría?
         _Pues eso sería más acertado. Viendo esas caras, a mí también me están entrando ganas de morir.
         _Anda, lárgate, que aquí no pintas nada.
         _Lo he llamado yo _protestó la nieta. _Quiero que me dejéis a solas con la abuela solo unos minutos.
         _De ninguna manera _contestó lacónico el hijo de la anciana.
         Entonces, la anciana levantó a duras penas la mano y se dirigió a su hijo.
         _Dejadme a solas con mi nieta y ese hombre. Parece especial.
         A regañadientes abandonaron la habitación y dejaron a la abuela con el profesor y la nieta. El profesor tomó una mano de la anciana y la nieta la otra. En seguida notaron cómo fluía la energía entre ellos. Pero en contra de lo que esperaba la nieta, la energía no fluía de los jóvenes a la anciana, sino al revés. Notaba cómo entraba en ella una agradable vitalidad.
         _¿Es ella la que está haciendo esto? _preguntó la nieta.
         _Claro. Es su energía vital que está manando libremente.
         El profesor posó la mano que le quedaba libre sobre el vientre de la anciana, por debajo del ombligo y se acercó a su oído para susurrarle algo. Entonces, el rostro de la anciana comenzó a brillar y se le dibujó una sonrisa.
         _Ya pueden pasar _anunció el profesor.
     Entró toda la familia y pudo ver la sonrisa de la anciana. Se miraron entre ellos sorprendidos y comenzaron a dibujarse sonrisas en sus rostros. El ambiente cambió completamente y se respiró una paz inmensa. Había alegría. Los hijos y los nietos rodearon a la abuela sonriendo. Tomaron sus manos y simplemente dejaron que se fuera en paz. La anciana murió con una sonrisa en la boca.
         El profesor salió con la nieta de la habitación. Estaba satisfecho.
         _Puedo saber qué le has dicho al oído?
         _Simplemente le he hablado de lo que hay al otro lado.

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