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17/3/11

Parecía una chica fácil II

...Viene de Parecía una chica fácil I

   Contesté al teléfono esperando su voz.
   _Sí.
   _Soy yo _no hacía falta que dijera nada más. Sabía quién era perfectamente. Suspiré y sonreí para mis adentros.
   _¿Cómo te encuentras?
   _Fatal. Mi madre quería llevarme a urgencias.
   Se hizo un breve silencio.
   _Quería darte las gracias _dijo al fin. Aunque estuviera al otro lado del teléfono y me debiera la vida, yo no estaba acostumbrado a hablar con chicas sin una buena dosis de alcohol, por lo que las palabras se me quedaban remoloneando en la mente sin querer salir.
   _No hay de qué.
   _No, sí hay... eso no lo hace todo el mundo. Sobre todo después de lo de anoche.
   _Bfff. Casi ni me acordaba.
   _Podías haberte aprovechado y no lo has hecho.
   _¿Cómo sabes que no lo he hecho?
   _No estaba tan mal como parecía.
   _¿Estabas consciente?
  _Recuerdo bastantes cosas. Me diste el teléfono después de besarnos. Recuerdo el aparcamiento y también cuando me metiste en el coche. Si no me mata mi madre antes, el próximo finde saldré por allí. Esta vez más tranqui.
   Traté de hacerme el duro y fingir cierta indiferencia.   
   _Muy bien. No sé si podré salir, ando liado, pero si salgo a ver si nos vemos.
   Pasó una semana demasiado lenta como para durar solo siete días. Me acordaba de ella a todas horas, pero aguanté estoicamente hasta el fin de semana sin cometer la debilidad de llamarla. En lugar de montar el desembarco de Normandía en versión fiestera, opté por quedar con solo un par de amigos y también por moderar más el alcohol. Mientras le contaba a los colegas mi aventura en solitario miraba de soslayo el reloj. Pensaba que no la vería entre tanta gente cuando llegara o que no la reconocería, pero fue verla y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Sin muchas delicadezas dejé a mis amigos casi con la palabra en la boca. Saludé a Jésica con dos castos besos y vi que ella también estaba acompañada por dos amigas, así que orquesté las presentaciones para dejarlos contentos. Me alejé un poco con ella para hablar con tranquilidad. Me di cuenta de que vestía con bastante más discreción que la semana anterior y que estaba aún más guapa.
   _¿Sabes que no sé tu nombre? _me dijo. Nos reímos.
   _Vaya, pues eso es importante. Me llamo Adel.
   _¿Adel?
   _Sí, sí, Adel.
   _Es la primera vez que lo escucho.
   Tenía una sonrisa que me encantaba.
  Cuando la noche había avanzado lo suficiente y ambos nos conocíamos bastante mejor volvimos a besarnos, pero esta vez fue diferente. Esta vez no la vi como una muñeca inane. Ella cerraba los ojos y se dejaba llevar. Los dos estuvimos tentados de continuar la fiesta en el asiento trasero del coche, pero teníamos miedo de destrozar algo bonito y decidimos disfrutar de esos besos que saben tan bien cuando sientes algo por alguien, aun siendo incipiente.
   Conduciendo de camino a casa tuve tiempo para reflexionar. La primera vez que la vi tuve una impresión equivocada de ella, aunque la culpa fuera suya. Ella parecía dispuesta a parecer una chica fácil, cuando en realidad no lo era, o no lo era tanto. Pensé que simplemente era una forma de aumentar la oferta de moscones como yo. Pero también pensé que mi actitud del primer día tampoco reflejaba mi forma de ser. Yo  me había esforzado en parecer un chulo superficial de los que solo persiguen sexo fácil para irse calientes a la cama, aunque algo tuviera de eso. Habíamos llegado a la zona en plan matones para comernos el mundo y entre nosotros teníamos una dialéctica muy diferente. Con mis amigos hablaba en plan: no veas cómo está, le he metido mano, pim pam, la tengo en el bote, pim pum. Todos ellos hablaban igual de sus parejas pero todos acabarían casados y cambiando pañales. Y ellas igual. Todas se bajarían de los tacones y se alargarían la falda y terminarían casadas con ellos. Todo era una representación teatral. Pero sin esa representación teatral ni ella me habría conocido a mí, ni yo a ella.

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