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20/4/11

Dijo que lo haría

   Humillar a una persona conlleva ciertos riesgos, humillar a Althus Mieller fue una auténtica estupidez. Althus era un tipo sosegado, trabajador, de los que todo el mundo decía, no se mete con nadie. Tenía un discreto puesto en una factoría de aluminio y hacía solo unos meses que había ascendido a encargado. Tenía a quince personas a su cargo y apenas se hacía notar, no le gustaba atosigar a sus compañeros, hacía el mismo trabajo que ellos y solo se mostraba como encargado cuando surgían conflictos entre ellos o cuando había que tomar una decisión. Soltero empedernido, lector incansable, huérfano de padre y madre, inteligente, sagaz, huidizo, tenía una personalidad un tanto enigmática. Comenzó a tener problemas con los jefes desde el momento en que ascendió y decidió aplicar una forma innovadora de trabajar que permitía ahorrar tiempo de trabajo. Ese tiempo de trabajo lo daba como libre a su sección y los jefes no estaban de acuerdo en absoluto con esa costumbre. Comenzaron a presionarlo para que respetara las normas y a trabajar hasta el toque de la sirena. Él argumentaba que su sección producía lo mismo que las demás en menos tiempo, por lo que el tiempo extra debían dárselo como libre. Tras una semana de tensión el jefe de planta, un tal Roger, lo descendió nuevamente y puso como encargado al empleado que más odiaba Althus, además le suspendió dos complementos del salario y le asignó algunas tareas que solo se asignaba a los novatos. Althus entró en el despacho del jefe de planta ardiendo por dentro, le dijo que terminara con esa situación o aquello iba a acabar mal.
   _¿Qué vas a hacer Althus? ¿Me vas a pegar? _dijo el jefe con mordacidad _Anda sal del despacho, que huele mal.
   _Esto va a arder, bastardo _dijo Althus mientras salía.
   A las tres de la madrugada del sábado siguiente a esa conversación sonaron los teléfonos de todos los directivos de la empresa. Había un incendio en la fábrica. Roger se vistió con la respiración entrecortada y se dirigió a la empresa a comprobar la dimensión de los daños. Cuando llegó se encontró con la peor de las pesadillas. La fábrica ardía literalmente por los cuatro costados. No había nada que hacer, no quedaba nada para salvar, solo esperar a que las llamas se apagasen y dejasen a la luz las cenizas de lo que había sido una de las primeras factorías de aluminio de la región. Roger pensó inmediatamente en Althus y comunicó a la policía las amenazas de Althus.
   Eran las siete de la mañana cuando una pareja de policías llamó a la puerta del piso compartido de Althus. Abrió la puerta uno de los tres compañeros de piso de Althus, un estudiante llamado Hugo. Dijo que Althus se encontraba fuera, pero no sabía dónde y les dio el número de teléfono móvil de Althus.
   Tras varias averiguaciones, comprobaron que Althus se encontraba a más de ochocientos kilómetros del lugar del incendio, que no había posibilidad alguna de que hubiera podido desplazarse siquiera en avión después de prender fuego a la fábrica, así que, comprobada la cuartada, le retiraron la vigilancia, aunque indagaron por si algún familiar o amigo pudiera estar implicado, pero no había ningún indicio. No había grabaciones, ni huellas, ni pistas, ni nada que apuntase hacia ningún sospechoso y el único que había amenazado con hacerlo se encontraba a cientos de kilómetros.
  Los trabajadores fueron trasladados a otras plantas fuera de la región o indemnizados con sumas considerables, antes de ser despedidos. Althus fue uno de los despedidos.
   La policía científica tardó años en concluir la reconstrucción del incendio por los numerosos aspectos desconcertantes que había sobre la forma en que se produjo el incendio. Con todo, la mayor parte de las conclusiones estaban basadas en meras hipótesis.
   _El hijoputa que ha hecho esto es un cabrón muy inteligente _dijo uno de los policías.
   _¿Crees que puede haberlo hecho el tipo ese?
   _¿Althus? Apuesto a que sí, dicen que tiene una mente muy retorcida.
   _Realmente no tenemos nada, solo una historia creíble.
   Las conclusiones a las que llegaron es que el incendiario intervino los circuitos de extinción de incendios para que expulsaran propano en lugar de agua, de modo que en lugar de extinguir lo que hacían era avivar con virulencia las llamas. Cambiar los manguitos era un trabajo delicado pero factible. En cuando a los mecanismos de ignición estaban seguros de que había manipulado los aparatos de climatización para introducir el calor hacia la fábrica, de tal forma que aumentó la temperatura hasta el punto de hacer saltar los detectores de incendios, los que expulsaban propano a presión. El incendio haría que las escasas pruebas quedasen destruidas completamente. El autor lo había dejado todo preparado para que el incendio se produjera varias horas después, cuando él estuviese a cientos de kilómetros del lugar.

3 comentarios:

  1. Por Dios , si prendes fuego , AVISA PRIMERO !!!!

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  2. Me puedes dar el número de teléfono de Althus?

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  3. Anónimo10:30

    El que avisa no es traidor.

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