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26/4/11

La bruja del cuarto

   Salía por las noches y regresaba a las pocas horas antes de que amaneciera, siempre con sigilo, evitando cruzarse con nadie. Vivía en el cuarto y nadie se atrevía a pasar por su puerta. Se referían a ella como "la bruja del cuarto". Nunca le habían visto la cara de cerca, pero algunos afirmaban que tendría más de sesenta años, que era espantosa, llena de arrugas, lunares y verrugas. Se sabía poco de ella, solo que había llegado unos diez años atrás y que no salía de casa por el día. Los niños más osados llamaban a su puerta, la insultaban y salían corriendo antes de que saliera. Para añadir tensión decían que tenía una escopeta de caza, así que los muchachos jugaban con fuego.
   Un día los niños insistieron en su travesura hasta que se abrió la puerta de forma repentina. Se habían acostumbrado a que nunca salía así que estaban algo confiados y uno de ellos no tuvo tiempo de echar a correr. Los otros tres volaron escaleras abajo tropezando entre sí, pero el último quedó atrapado por unas manos huesudas y arrugadas. El niño comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero en seguida quedaron sus gritos apagados por la puerta al cerrarse. Se vio encerrado en una casa extremadamente oscura.
   _¿Qué demonios queréis de mí? _dijo la anciana con una voz ronca.
   Pero el niño estaba paralizado de miedo. Se la quedó mirando petrificado temiéndose lo peor. Al verlo aterrorizado se dio cuenta de que podía meterse en problemas y le dijo que podía irse, pero el muchacho se quedó quieto.
   _¿No me has escuchado, muchacho? He dicho que te puedes marchar. No quiero nada de ti. Solo que me dejéis en paz.
   _Yo no quería... _dijo el muchacho.
   _No querías pero lo has hecho igual que tus amigos. ¿Se puede saber por qué no me dejáis en paz?
   _Es solo un juego.
   _Pues ya está bien. Márchate.
   Pero el muchacho se dio cuenta de que la anciana no era tan peligrosa como decían y se envalentonó.
   _¿Por qué no sales nunca por el día?
   _Porque no quiero ver a nadie ni que nadie me vea a mí.
   _Pero la gente piensa que eres mala.
   _Que piensen lo que les de la gana. No me importa.
   _¿No tienes familia? _le preguntó el muchacho.
   La anciana se quedó en silencio durante unos instantes. Dudó otro instante más y finalmente cogió al niño de la mano y lo llevó a la única habitación que parecía tener algo de luz.
   El muchacho se quedó petrificado.
   Había un santuario con docenas de velas encendidas rodeando varias fotos en la pared.
   _Esta es mi única familia.
   _¿Dónde están?
   _Están en el cielo.
   Había fotos y recortes de periódico donde aparecía una noticia en la que un hombre, sus tres hijos y la madre de éste habían muerto en un terrible incendio de una casa. Solo se había salvado la madre de los muchachos que ese día dormía fuera. Esa madre había envejecido pero era incapaz de asumir la pérdida de toda su familia, así que trataba de expiar su sentimiento de culpabilidad rindiéndoles homenaje de por vida. Las velas agotadas las sustituía por otras nuevas una y otra vez.
   El muchacho miró a la anciana y vio que tenía arrugas y lunares pero no era monstruosa como decía la leyenda. Salió de la casa y bajó hasta donde estaban sus amigos esperándolo. Les contó su aventura y a partir de entonces dejaron de importunar a la anciana.

1 comentarios:

  1. Anónimo13:53

    Que historia mas bien contada.... aunque algo repetitiva.

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