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17/6/11

El dulce sabor de la indiferencia

Nadie podría esperar que alguien tenga como meta social conseguir la indiferencia de los demás. Suena a paradoja. Todo el mundo que tiene una meta social persigue la diferenciación, la distinción de los demás. Sin embargo, si has nacido diferente o las circunstancias de la vida te han llevado a serlo, es posible que lo que más desees sea que todo el mundo te mire como uno más, que deje de mirarte como algo singular. Mucho ha tenido que evolucionar la sociedad a través de la historia para liberar al deficiente, al discapacitado o al diferente de la tara de malditos. Antaño se los consideraba tocados por el mal. Dios había querido que acabasen así, que fuesen así, de modo que nada podía hacerse. De hecho, en múltiples épocas se recurría a medidas extremas como el infanticidio para evitar su carga familiar o social. En la actualidad se les ha ido reconociendo socialmente, probablemente, no lo suficiente, pero a años luz de lo que fue. Algunas personas que tienen una deficiencia aseguran que no desean ni ser estigmatizados ni recibir trato de favor, que lo único que desean es ser uno más en la sociedad. Es lo que venimos en llamar el dulce sabor de la indiferencia.

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