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9/6/11

Los acampados de Zaragoza

Quizá ni ellos mismos lo sepan, pero los acampados de Zaragoza están creando lo que se llama estructuras de poder. Es decir, se están organizando como grupo. Frente al Ayuntamiento de Zaragoza y a pocos metros de la magnífica Basílica del Pilar tienen desplegado su campamento residencial, pero junto a esta zona han creado una zona en la que se reúnen para alcanzar acuerdos. La mayor parte de ellos son jóvenes de entre veinte y treinta años, pero no faltan individuos de cuarenta o más años. Predomina la estética hippy, con sus características rastas, seguida de lejos por la punk, pero hay libertad para vestir como se desee. Han conseguido medios de sonido para organizar una asamblea y están debatiendo si deben establecer asambleas en los barrios, como han hecho otras ciudades, y abandonar el campamento o permanecer por más tiempo. Han organizado departamentos como una auténtica empresa, disponen de la sección de sanidad, la de información, etc. Cada uno de los departamentos tiene su líder aunque no los nombren de ese modo. A su vez la asamblea dispone de líderes, que tampoco nombran como tales, sino simplemente moderador o moderadora. Estos líderes se encargan de que el debate no se aleje del tema elegido y quitan la palabra a quien aprovecha su minuto de fama para alegar cuestiones alejadas del debate. Tanto ellos como sus homólogos en otras ciudades españolas se están moviendo, se están organizando. Dudo mucho que todo vaya a quedar en una simple sentada a las puertas de los centros de poder. Están organizándose en un movimiento estructurado y no parece que vayan a contentarse con paños calientes. Han recogido el sentir de un importante sector de la sociedad hastiado con la forma de hacer política. Están hartos de una clase política alejada del sentir popular, de un sistema que solo consulta al electorado cada cuatro años, que no representa a las minorías, que tiene al bipartidismo. Están cansados de unos políticos que hacen pagar a las clases humildes las tropelías que los acomodados perpetran desde el calor de sus lujosos despachos, de unos cargos electos que se pasean en vehículos de cien mil euros por delante de los miles de personas que sus decisiones han dejado en el paro. De un estilo de hacer política basado en el reproche mutuo, la exageración, la falta de rigor, la corrupción, la falta de transparencia y el interés de partido por delante del común. Los acampados llegarán a la política por cualquier vía de las posibles, pero llegarán. Tal vez formen un partido. Tal vez se sirvan de algunos partidos minoritarios existentes en la actualidad como UPyD o IU, que ya se han hecho eco de algunas de sus reivindicaciones. O tal vez se constituyan en asociaciones que influyan sobre la política pero sin entrar en ella. El modo estará por ver, pero si los grandes partidos no toman buena nota de estas reivindicaciones, de este hastío generalizado, van a ver mermados sus electorados de forma inexorable, lo cual traerá aire fresco al añejo mundo de la política, que lleva años oliendo a naftalina.

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