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13/8/11

La lección del sensei

   _¿Sabes por qué te has hecho daño?
   _No, sensei.
   _Porque has intentado romper el bloque con la mano. Si hubieras concentrado tu mente lo habrías logrado.
   _He hecho lo que has dicho, sensei. Coloqué el brazo como me dijiste.
   _¡No! ¡No lo has hecho! Si me hubieras obedecido habrías roto el bloque. Observa mi brazo. Parece sólido, ¿verdad? Pues no lo es. Tiene músculos, piel, tendones... y huesos. Nada de ello es sólido. Cuando mi brazo está relajado, todas las partes son elásticas.
   _¿También los huesos, sensei?
  _También los huesos. Cada vez que entrenamos estamos produciendo pequeñas lesiones en nuestros huesos. Cuando se recuperan son más fuertes que antes del entrenamiento. Si intentáis emplear los huesos como si fueran de madera los destrozaréis. La fortaleza de nuestros brazos y nuestras piernas procede de la contracción de toda la musculatura.
  _Eso hice yo, sensei. Contraje los músculos del brazo.
  _Pero no como debías. Un brazo tiene muchos músculos. No puedes contraerlos uno por uno. Tu mente no obedece ese tipo de órdenes. Debes darle una orden general clara. "Voy a romper el bloque con mi brazo". Ahora, observa.
   [...]
   _Tu brazo parecía sólido, sensei.
   _Era sólido. Pero porque le he dado la orden adecuada. Ahora hazlo tú. Recuerda lo que te he dicho. Olvídate de los músculos del brazo y concéntrate en visualizar el bloque rompiéndose.
   _Sí, sensei.
   [...]
   _¿Has visto? No era tan difícil.
   _No, sensei.
   _Ahora probemos con dos.
   _Sí, sensei. Estoy preparado.

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