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20/8/11

La mendiga

    Dos muchachos de apenas veinte años acaban de salir del metro. Cuando se disponen a tomar las escaleras mecánicas, uno de ellos observa a una anciana mendiga.
    _Oye, tío, ¿has visto a la vieja esa?
    _¿Quién?
    _La mendiga esa.
    _¿Qué le pasa?
    _Creo que tiene barba.
    _¿Tú crees?
    _Que sí, tío. Joder, qué asco da. Mira que es fea la hija puta.
    _Cállate, que nos está mirando.
    _¿Qué va a hacer, darnos con el cayado?
    _Creo que nos ha escuchado.
    _Que le den.
    _Ha cogido la escalera y no deja de mirarnos. Yo diría que viene hacia nosotros.
    _Bueno, pues a ver si le gusta esto _el joven muestra el dedo corazón a la anciana.
    _Venga, tío, vámonos. Está acercándose.
    _La tía está en forma ¿eh?. Y sin embargo la ves ahí tirada como si no pudiera ni andar _dice el muchacho saliendo de la estación.
    _No es por nada, pero nos va a coger. Yo me largo.
    _Venga ya, ¿tienes miedo de una anciana?
    _De esta sí. Venga, vámonos.
    _Está bien. Vamos a dejarla atrás _dice mientras comienzan a correr.
    _¡Está corriendo, tío, está corriendo!
    _¡Joder, qué clase de animal es esta tía!
    _Vamos, que nos coge, aprieta.
    _¡La leche! eso es Usain Bolt disfrazado de anciana. Cómo corre la tía.
    _Ha sacado una garrota, nos va a dar la cabrona.
    _Vamos a separarnos.
    La mendiga continúa detrás del muchacho que ha proferido los insultos contra ella. Tras una carrera de varios kilómetros logra sujetarlo por la camisa. Lo arroja al suelo y salta sobre él, pero en el último momento, este logra apartarse. Sin parar de jadear, se pone en pie e intenta huir. La anciana da un salto, gira en el aire y de una patada, derriba al muchacho, que cae desfallecido al suelo. Incapaz de moverse, contempla cómo se abalanza sobre él y le sujeta el cuello con la garrota.
    _¡Repite ahora lo que has dicho, malcriado! _dice la anciana.
    _Lo...ggg....sien....tooo.
    _Demasiado tarde. Ahora quiero escuchar lo mismo que has dicho antes.
    Justo en ese momento aparecen dos policías que intentan sujetar a la anciana, pero los aparta a empellones.
   Aparecen otras patrullas y desciende una decena de policías mirándose con incredulidad. Entre todos logran sujetar a duras penas a la anciana encolerizada. Los transeúntes ayudan al muchacho a levantarse, quien es incapaz de creer lo que acaba de ver.
    Con gran esfuerzo logran introducir a la mendiga en un coche patrulla.
   Al día siguiente, mientras el muchacho intenta recuperarse de la paliza, observa las noticias para comprobar si aparece su caso. Escucha con estupefacción que la mendiga es una mujer de veinticinco años, aquejada de un extraño síndrome que la hace parecer varias décadas mayor de lo que es. Al parecer, el síndrome le altera la producción de testosterona, haciendo que desarrolle vello varonil y una fuerza descomunal. El muchacho se palpa el cuello dolorido y lo entiende todo.

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