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19/8/11

Una película sin fotogramas

Quien más, quien menos ha vivido en primera o segunda persona la desagradable experiencia de ver cómo se invierte el proceso gástrico y lo que había entrado, sale. Primero comienzas a encontrarte realmente mareado, entonces te levantas e intentas caminar en línea recta hasta el aseo. Al rato te encuentras con la cabeza pegada al espejo intentando reconocer la cara que ves, por algún motivo te quedas ahí pegado durante un buen rato. Luego emites un sonido gutural intentando reconocer tu voz. Cuando te das cuenta de que estás peor de lo que parece levantas la tapa del retrete de una patada y rezas para que salga todo a la primera, sin dolor. Una hora antes estabas tan feliz, comiendo y bebiendo ingentes cantidades de alcohol, ahora estás queriendo morir.
Siempre he pensado que una borrachera es como una película a la que le faltan fotogramas. Tan pronto estás viendo una escena como desaparece y da paso a otra distinta. ¿Dónde está lo que falta? ¿Quién roba esos recuerdos? No los busques porque no están. Simplemente tus sentidos y tu memoria necesitan nutrientes para hacer su trabajo y registrar la realidad en la mente. Como tú has decidido sustituir esos nutrientes por alcohol no pueden trabajar. Es como un coche sin gasolina. Tu cerebro va apagando de forma progresiva las zonas cerebrales que menos necesita para la supervivencia, dando paso a los efectos que conocemos. Primero pérdida de la inhibición social, luego pérdida del equilibrio, después pérdida de memoria, etc. Ese es el regalo que le damos a nuestras neuronas cada vez que ingerimos alcohol. Otro día hablaremos de lo que piensan los hepatocitos.

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