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7/9/11

Disertaciones y circunloquios

Con el tiempo he ido clasificando a los científicos en dos categorías bien definidas y delimitadas. Por un lado se encuentran aquellos que quieren enriquecer el mundo de la ciencia con sus descubrimientos y sus teorías. Suelen caracterizarse por su accesibilidad, por mostrarse didácticos y por comunicarse con un lenguaje llano que todo el mundo puede entender. Tienen paciencia con los advenedizos, no tienen inconveniente en repetir una explicación y exponen disertaciones brillantes que cautivan a los oyentes por su accesibilidad y su valor científico. En otro grupo se encuentran aquellos que quieren ser admirados por haber descubierto una teoría de las que cambian el mundo, tanto si es así como si no. Estos científicos suelen presentar un lenguaje farragoso, lleno de circunloquios, abstracciones o generalizaciones. Odian tanto a los que tienen más capacidad que ellos como a los que tienen menos, o sea a todo el mundo. No tienen paciencia con los aprendices y los tratan como inútiles irremediables. Se muestran arrogantes con los medios y parecen gritar a todo el mundo que solo ellos entienden lo que intentan exponer y por eso se creen importantes. Su virtud es la de ser exponer teorías sencillas de tal forma que no las entienda nadie. Se regodean en el corporativismo y se muestran suspicaces con las teorías de otras disciplinas, son pedantes e irascibles. Se creen miembros de una clase superior aunque su único aporte sea el de hacer más confuso el conocimiento que ya estaba a disposición de todo el mundo. El primer grupo contribuye a la evolución de la sociedad y la ciencia, el segundo a incrementar el ego de los científicos.

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