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25/9/11

Tauromaquia, entre la cultura y el negocio

Resulta difícil tomar una postura radical a favor o en contra de una actividad centenaria que está arraigada en la cultura de España y de otros países. Toda actividad cultural tiene unas raíces profundas que parten de una necesidad ancestral cristalizada en forma de tradición. Hubo una época en que los toros salvajes podían resultar peligrosos para los habitantes de los poblados o para sus animales domésticos. Los más valientes del lugar aprendieron a conducirlos hacia recintos cercados engañándolos con trapos o telas. En época de escasez muchos de esos animales acabarían en el plato de decenas de comensales en forma de carne. Esa actividad valiente fue ganando prestigio entre los habitantes de los poblados y fue naciendo la actividad que conocemos hoy. 
En el presente no existe ni el peligro de que estos animales deambulen peligrosamente ni es indispensable su carne como alimento. Sin embargo la tauromaquia cumple otros papeles que dificultan la erradicación de su actividad. Un primer aspecto es el del negocio del que viven miles de personas directa o indirectamente. Un segundo aspecto es el de la cría de estos animales. Si desapareciera la actividad, es probable que la especie animal desapareciera o quedase mermada de forma grave. Dicha especie existe gracias a una dura labor de cría y selección artificial orquestada por los ganaderos que viven de esta actividad. Por tanto, su existencia está unida a la de la tauromaquia. Finalmente existe el factor de identidad cultural de España y otros países. Eliminar una actividad profundamente arraigada supone una suerte de trauma social en una población acostumbrada a convivir con ella aun cuando no sean aficionados habituales. Todos estos son argumentos de peso a favor de la preservación de esta actividad.
Por otro lado, acabar con la vida de cualquier ser vivo por mero espectáculo es algo que debería removernos por dentro. Durante milenios hemos sacrificado animales para eliminar peligros reales y alimentar a la humanidad. Pero a día de hoy los toros ni representan un peligro ni un alimento imprescindible. Por tanto, su sacrificio solo está unido al espectáculo y el negocio taurino. Charles Darwin decía que la compasión era un factor evolutivo en el ser humano, de tal forma que a mayor grado evolutivo mayor era el ámbito de su compasión. Las sociedades poco evolucionadas solo sientes compasión de sus ciudadanos. Aquellas que están más evolucionadas que las anteriores amplían su compasión al resto de seres humanos. Y las que están más evolucionadas aún incluyen al mundo animal en su compasión. Por tanto es de seres civilizados sentir compasión por los animales que sienten dolor y la proximidad de la muerte.
Pienso que la tauromaquia con sacrificio final será considerada en un futuro como una actividad macabra y una aberración del ser humano. Si como hemos dicho, su erradicación traería consecuencias graves tanto para el negocio como para la cultura taurina, habría que pensar en una fórmula de tránsito entre la aprobación y la erradicación. Esa fórmula debiera pasar por sustituir la tortura y el sacrificio por fórmulas alternativas como ya se está experimentando en Estados Unidos. Posteriormente habría que dejar que la población decidiera si esta nueva actividad no letal le resulta de interés o no y, por tanto, dejar en manos de el pueblo el destino de la tauromaquia en lugar de suprimirla por decreto.

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