Dentro de unos pocos días se producirá un fenómeno extraño. Nuestros relojes y calendarios marcarán todos una secuencia de unos completa. Será el día once de noviembre de dos mil once a las once horas, once minutos y once segundos. Hasta el presente solo ha sido superado por el mismo día y la misma hora del año mil ciento once, cuando los relojes no eran tan precisos y nuestra apetencia por las curiosidades no estaba tan desarrollada. Habrá algún paranoico que asocie esta fecha con el fin del mundo. Ya lo hicieron en el año dos mil y se tuvieron que morder la lengua. Pero no fue la única ni lo será. El miedo al fin está omnipresente en el ser humano. Ese miedo escatológico tiene raíces culturales y está asociada a las civilizaciones que representan la realidad como lineal: nacer, crecer, morir. Las civilizaciones cíclicas no tienen este miedo cultural. Piensan que el final de un ciclo siempre es el principio del siguiente: nacer, crecer, reencarnarse, nacer. Aunque nos caiga un satélite en la cabeza, siento decirlo, el día once de noviembre será un día fascinante para los amantes de las rarezas pero será solo un día más.
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