Chispas, mi primera tajada

Recuerdo mi primera borrachera con el cariño y el romanticismo propio de la adolescencia, época en la que memorizamos la primera vez que hacemos casi todo. Nuestra primera salida, el primer beso, el primer revolcón, la primera borrachera. Fue durante un concierto que organizaban los cuarenta principales, había cumplido recientemente la edad legal para beber sin problemas y no iba a perder la ocasión. Recuerdo que fue solo un litro de cerveza, pero para un abstemio era una cantidad de alcohol considerable. Así fue como cogí mi primera "tajada". Fue una borrachera agradable, de las que dicen que te provoca "chispa", es decir, te vuelves gracioso por arte de magia. Con ese estímulo recuerdo cómo nos atrevíamos a algo tan impensable como "dirigirnos a las chicas". Aquel día no hicimos más que reírnos etílicamente y perder el concierto, de chicas, nada de nada, pero fue un día entretenido y memorable. Especialmente al compararlo con las sucias cogorzas que seguirían a aquella.