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4/10/11

Yo soy Dios, pues Dios es Todo

Desde que descubrí este aforismo de la filosofía Zen lo he convertido en el cristal con el que observo el mundo. Debo decir que desde entonces he recuperado, o más bien adquirido, el sentimiento religioso del que carecía. Pero lo curioso es que no me siento identificado con una religión en concreto, sino con todas a la vez. He descubierto que hay algo detrás de todas ellas. Un intento por acercarnos a lo trascendente. A lo que no podemos controlar. Lo que nos supera. El ser humano es un ser esencialmente religioso. Sabe que hay algo superior que no alcanza a comprender. A través de la religión se socializa el sentimiento religioso. Se comparte la ansiedad de la eterna duda, se combate la ambigüedad y se buscan fórmulas rituales para aproximarse a la esencia juntos. La religión es, pues, la socialización del sentimiento religioso individual. Juntos buscamos la mejor forma de acercarnos a la esencia. Tal vez nos equivoquemos todos, tal vez no exista ni una sola religión que haya encontrado la fórmula magistral de aproximación a lo trascendente. Pero siempre estaremos más cerca si vamos juntos que si lo hacemos por separado. Una neurona no sabe que existe una mente colectiva que da vida a un ser humano. Del mismo modo, nosotros ignoramos que formamos una mente colectiva. Sin embargo, una neurona se relaciona con las otras neuronas y establece vínculos con ellas. Esos vínculos son los que le guían sobre el lugar que debe ocupar. Del mismo modo, nuestra posición en la mente colectiva de la humanidad viene determinada por la relación y los vínculos que mantenemos con los demás seres humanos.

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