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24/11/11

¿Existe la media naranja?

¿Existe la media naranja o es un mito? Después de observar docenas de parejas, he llegado a la conclusión de que la respuesta se encuentra entre ambos extremos, si bien, más cerca del primero. No creo que haya una persona exactamente para cada persona. Si así fuera serían virtualmente inexistentes los divorcios. Sin embargo, hay personas que después de compartir media vida con una pareja, se divorcian y se juntan con otra. Y lo más importante es que a la primera la consideraron en su día como la pareja ideal. Como digo, sería muy fácil encontrar a "nuestra" pareja perfecta si estuviera predestinada para nosotros. Sin embargo, a la hora de elegir pareja tampoco obramos a merced de la aleatoriedad. Incluso cuando somos adolescentes ya tenemos una tendencia. 
Es en el gusto donde se encuentra la clave de nuestras elecciones. El gusto tiene tres componentes, uno  afectivo, otro social y otro psicológico.
El componente social es muy importante. La pareja la elegimos de unas determinadas características sociales, como el nivel cultural o económico, la religión, la etnia, etc. Este componente nos obliga a elegir parejas que encuentren buen acomodo en nuestro entorno. Si nuestro entorno es racista y somos blancos, no querremos llevar una pareja africana, aunque físicamente nos atraiga. Si tenemos alto poder adquisitivo no elegiremos alguien demasiado pobre, etc. Por tanto, buscamos parejas socialmente aceptables en nuestro entorno social y familiar.
El componente afectivo es transcendental a la hora de consolidar una pareja. Se trata de un intercambio de aceptación mutua, de entrega. Necesitamos que haya equilibrio en la pareja. Normalmente no elegimos a alguien a quien consideramos superior y que nos desprecie. Tampoco solemos elegir a alguien que resulta insignificante para nosotros. Necesitamos que haya reciprocidad afectiva, que nos sintamos a gusto con nosotros mismos. La pareja se convierte en el espejo en que nos miramos, la imagen que nos devuelve está formada por emociones. Si esas emociones son positivas, tendemos a quedarnos a su lado, igual que lo haríamos con un espejo que nos muestra bellos.
Pero es el aspecto psicológico el que pasa más inadvertido. En principio este componente solo nos lleva a elegir parejas sanas, equilibradas, fuertes, etc. Nos induce a buscar rasgos que nos garanticen que nuestra descendencia sea sana y fuerte. Pero la realidad nos muestra algo contradictorio. ¿Por qué una chica fuerte elige a un chico enclenque? ¿Acaso no debería elegir a un chico más fuerte que ella para conservar la fortaleza en la descendencia? Lo que pienso es que elegimos una pareja que compense nuestros rasgos. De lo que se trata es de conservar los rasgos que percibimos inconscientemente como positivos y compensar los que percibimos negativos. Por ejemplo, una chica que tenga la nariz pronunciada elegirá una pareja con la nariz achatada. Un chico con los ojos azules elegirá a una chica con los mismos ojos, porque los percibe como positivos. Pero ¿cómo elegimos lo que es aceptable o no? Pues la sociedad es el espejo y la familia el resumen de ella. Los padres portan rasgos que pasan a nuestro inconsciente como positivos o negativos cuando los cotejamos socialmente. Tendemos a buscar parejas que se asemejan a nuestros padres o madres, para conservar sus rasgos en nuestra descendencia. Culturalmente, los padres y las madres influirán, o intentarán influir, en los hijos para que elijan dichas parejas y que perpetúen sus rasgos en el linaje.

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