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5/1/12

Borregos o dueños de nuestro destino

Desde los albores de las ciencias sociales, las distintas teorías se han polarizado entre las que sostienen que la sociedad es fruto del conflicto entre la clase dirigente y la dirigida por un lado, y las que sostienen que el sistema es fruto de un contrato social en el que todos están más o menos conformes. Las teorías de conflicto como la dialéctica hegeliana o el marxismo sostienen que el progreso es fruto de la contraposición de intereses entre clases. Se considera que el sector en el poder, una vez erigido pondrá todo su esfuerzo en perpetuarse en el poder y solo mirará por sus intereses. A la clase dirigida la someterá mediante la fuerza o mediante la manipulación ideológica. En frente de esta postura extrema se encuentran las teorías que sostienen que el poder es creado por el pueblo y delegado en unos pocos para que arbitren las decisiones. En esta postura se encuentra el Leviatán de Hobbes o el 'contrato social' de Rousseau.
Lo más sensato es pensar que la realidad se mueve entre ambos polos dependiendo de la sociedad en que nos encontremos. La gente tiende al egoísmo y las pasiones bajas para resolver sus contenciosos, es por ello que históricamente ha tenido que erigir instituciones que regulen el comportamiento dentro de unos cauces racionales. Esas instituciones abarcan desde la propia familia hasta el Estado. Los Estados disponen de mecanismos reguladores de la conducta social gobernados en última instancia por el consenso social. Incluso las dictaduras, que en realidad son oligopolios, cuentan con el respaldo de una parte importante de la sociedad.  Es cierto que los sectores en el poder tienden a perpetuarse y a corromperse y es por ello que las sociedades avanzadas se ven obligadas a disponer de mecanismos que regulen esas conductas, como el sufragio, la separación de poderes, el tiempo limitado en el poder, etc. Pero en general debemos convenir en que los Estados han surgido de la necesidad de las sociedades de disponer de instituciones que les permitan afrontar los peligros externos e internos.

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