Y qué pasaría si volviéramos a ser niños.
Si nos rebelásemos contra aquella voz inclemente que nos conminaba a crecer y a dejar de ser niños.
Qué pasaría si volviéramos a sorprendernos de todo lo que hoy consideramos como normal.
Qué pasaría si volviéramos a disfrutar de cada momento, de cada instante, de cada sensación.
Si volviéramos a disfrutar del presente y olvidáramos por un momento el futuro.
Qué pasaría si todo lo que nos han dicho fuera una falacia.
Que el mundo real no es el de los mayores y su ansiedad por el futuro,
sino el de los niños con su pasión por el presente.
Qué pasaría si frenásemos el ritmo alocado de progreso ciego
y caminásemos con paso sereno disfrutando de cada matiz del camino.
Si volviéramos a sorprendernos de aquello que ya no nos sorprende
y dejásemos de temer lo que hoy tememos.
Quién osaría anteponerse ante millones de niños
volando libremente impulsados por sus impulsos oníricos más intensos.
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