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20/3/12

Ahora sé que solo era envidia

Hubo una época, tiempo ha, en la que pensaba que la hostilidad contra mí o contra otro consistía en una muestra de selección natural, en la que los fuertes intentaban eliminar a los débiles, los molestos, los necios y los torpes. Pero no mucho tiempo después fui descubriendo que en realidad era envidia. Es algo que suele extrañar a las personas con la autoestima no muy elevada. Quién va a pensar que puede ser objeto de envidia. Entonces descubrí que los débiles, los molestos, los necios y los torpes eran ellos. Y su hostilidad no era muestra de superioridad sino de justamente lo contrario. Su debilidad le hacía ver como un peligro a aquellos superiores y de ahí su inquina. De ellos solo emanaba envidia, traición, puñaladas, zancadillas. Se convertían en el vecino molesto que te pincha las ruedas porque no puede tener tu coche. En el compañero bocazas que intenta desprestigiarte o en el mal-amigo que intenta burlarse de un tropiezo tuyo. Al final toda su inmundicia se volvía contra ellos. Y cada uno volvía a lo suyo. Ellos a seguir gimoteando y los demás a hacer su vida. Y aunque lo cierto es que en algunos momentos podían ser verdaderamente molestos. Ahora sé que solo era envidia.

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