Pues sí. Todos somos somos hijos de un espermatozoide ganador. De uno que compitió contra cuatrocientos noventa y nueve millones novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve espermatozoides más. Y ganó. Y cuando decimos todos, queremos decir, todos. Isaac Newton, Goethe, Hitler, la panadera, Farruquito, el camello de la esquina y hasta Berlusconi. Qué cosas. Lo cual viene a indicar que la velocidad no está unida inseparablemente ni al talento ni a la inteligencia. Tal vez algún día la evolución nos depare un proceso selectivo de los espermatozoides más aptos para fecundar, en los que se tenga que superar un concurso-oposición, y así veamos cómo nuestra civilización se libra de inútiles, mediocres y parásitos.
5/3/12
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario