Al principio crees que no sobrevivirás fuera de la pecera, que te ahogarás, que no podrás respirar, que tu mundo es aquel, dentro de la pecera. Pero entonces sales. Y descubres que hay vida más allá de la pecera. Descubres que puedes contemplar a los demás peces sin que ellos parezcan conscientes de tu mirada escrutadora. Y entonces ves bailar a los peces y te parecen ridículos. Y entonces recuerdas que tú también eres un pez, pero fuera del agua. Y recuerdas que tú también bailabas como esos peces. Y que te creías el pez más chulo de la pecera. Y ellas también te hacían creer que lo eras. Y tú ponías mirada de escorpión, pero te salía mirada de pez. Y ahora, fuera de la pecera, no sabes si has dejado de ser pez o simplemente eres un pez afortunado por poder mirar a los otros peces y por esbozar una sonrisa cuando los demás peces bailan de forma vergonzante. Y cuando beben y no saben que han bebido y ponen mirada de escorpión pero les sale mirada de pez. Y ahora que no tienes que volver a la pecera denostas a los peces que bailan y miran a las pececillas dentro. Pero si un día tuvieras que volver a la pecera en busca de pececilla, porque tu pececilla no te quiere, tendrías que olvidar todo cuanto has visto desde fuera de la pecera y volver a bailar como pez y mirar como pez a las pececillas. Y tal vez, en un destello de memoria, aparezca en tu mente las imágenes que viste desde fuera y te veas a ti mismo como pez ridículo, que baila como pez y que mira como pez a las pececillas y que no sería consciente de ser pez salvo por haber estado fuera de la pecera.
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