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17/6/12

Asesor matrimonial

Última hora de la mañana, el asesor se dispone a abandonar su despacho después de una tediosa jornada, cuando la secretaria le informa de que una pareja se encuentra en la sala de espera. No tienen cita. Se queda un instante pensando y al final acepta a regañadientes. Entra al despacho y se mira al espejo. Últimamente se encuentra preocupado por unos desagradables pelos que le asoman por la nariz y vuelven a crecer de forma impenitente aunque los recorté con unas tijeras de punta aguda. Cada vez que pasa ante un espejo no puede evitar mirarse en él y buscar esos malditos pelos. Cuando la pareja asoma por la puerta de su despacho, el asesor se encuentra realizando una mueca frente al espejo. Los conmina a sentarse. Realiza una inspección visual. Una primera impresión. Tras veinte años de experiencia como asesor matrimonial sabe identificar los motivos del distanciamiento entre cónyuges a primera vista. Podría darles su recetario de consejos en apenas un minuto. Pero no sería creíble. Necesita fingir que realiza una rigurosa investigación a base de entrevistas y cuestionarios. Comienza la representación. Apenas presta atención a sus palabras. Prefiere fijarse en su lenguaje corporal, en su forma de vestir, sus miradas. Cada segundo que transcurre le queda más claro el diagnóstico. Él es un joven de unos treinta años, no muy alto, algo afeminado, habla con suavidad y se mueve con delicadeza. Ella es muy atractiva y luce su figura con ropa ajustada y un generoso escote, durante la entrevista se muestra irascible y nerviosa. Pronto comienzan a aflorar los reproches mutuos. Él ha renunciado a sus amigos por ella y quiere romper. Ella lo ha amenazado con suicidarse si lo hace.
El asesor se toma su tiempo. La situación puede enconarse en cualquier momento. Ella es una neurótica y él siente atracción por los hombres. Tienen dos opciones, ruptura o farsa. La ruptura podría conllevar que ella acabe en el hospital con un frasco de somníferos. La farsa sería la prolongación de una agonía innecesaria.
Tras unos días de meditación, el asesor dirige sendas cartas a los jóvenes esposos. A él le recomienda que prolongue la farsa. Aunque lo hace con otras palabras. Claro. A ella le dice que su marido la ve como una amiga por la que siente especial cariño, pero que no siente atracción física. Le recomienda que continúe con él hasta que encuentre otro hombre que sí se sienta atraído por ella.
Con esa hábil maniobra logra desactivar la tendencia suicida de ella a la par que a él lo invita a explorar otras experiencias.

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