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16/9/12

Los clientes de la prostitución

En torno a la prostitución se extiende un manto de hipocresía difícilmente superable por cualquier otra cuestión. Es un tema tabú, como las drogas o la pornografía, de modo que solo una ínfima parte de los afectados reconoce haber recurrido a la prostitución, y cuando alguien lo hace, como el expresidente de Cantabria, una turba de hipócritas se lanza a lincharlo mediáticamente. Si el sector de la prostitución viviera de los que reconocen haber recurrido a sus servicios, hace siglos que habría desaparecido. La realidad nos muestra que es un sector que mueve miles de millones anualmente. Por lo que no queda más remedio que pensar que afecta a un sector de la población bastante más abultado de lo que las apariencias reflejan.
Hace unos años apareció el resultado de un estudio en el que se concluía que el perfil del usuario de la prostitución, si bien era altamente heterogéneo en cuanto a extracción social, nivel de estudios o profesión, la mayor parte se concentraba en torno a dos edades. El primer grupo de usuarios rondaba la edad de veinte años; el segundo, más de cuarenta. Resulta significativo ese reparto de las edades. Los veinte años suele ser la edad en la que los jóvenes emprenden los proyectos de relaciones de pareja. Por lo que el recurso a los servicios de prostitución pueden responder a varios motivos que trascienden la simple búsqueda de placer: dificultad para encontrar pareja, ganar experiencia o necesidad de afecto. Por su parte, aquellos clientes mayores de cuarenta años encajan en otro perfil diferente, que es el del fracaso en las relaciones de pareja. Aquí se podría incluir a divorciados o separados, pero es bastante probable que los mayores usuarios de estos servicios sean casados que no encuentran satisfacción en la relación de pareja y que por distintos motivos no rompen la relación y optan por vivir una farsa, bien consentida o bien oculta.
Como cabe intuir, la prostitución responde a una demanda social, porque encuentra su caldo de cultivo en distintas carencias en las relaciones en pareja. El rechazo social obliga al sector a vivir en la clandestinidad y alimenta a movimientos mafiosos que tienen como víctimas a las propias prostitutas. Un rechazo social que solo cabe tildar de hipócrita, a tenor de los datos de recaudación del sector.

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