Buscaba una habitación donde pasar un par de noches, nada importante, un viaje de trabajo.
Preguntó a un compañero si tenía alguna habitación libre. Le contestó que sí, que él iba a estar varios días fuera, que su hermana estaría sola en casa.
Un pensamiento fugaz atravesó su mente, pero lo descartó casi de inmediato.
A las pocas horas estaba acomodándose en la habitación,
sin poder borrar aquel impertinente pensamiento.
sin poder borrar aquel impertinente pensamiento.
Ella le enseñó el resto de la casa y lo invitó a sentirse como si fuera suya.
Siempre le había parecido una chica un tanto extraña, aficionada a la música gótica,
con la ropa negra y un maquillaje pálido, resaltado por unos ojos del color de la antracita
y labios rojo carmesí.
Nunca le había gustado.
Hasta esa noche.
Hasta esa noche en que ella lo invitó a tomar una copa en el salón,
a visionar vídeos decadentes de personajes de ultratumba,
a sentarse a su lado, a tomar otra copa, a dejar que se apoyara en él,
a quitarle las botas, a quitarle el resto de la ropa.
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