Si de mí dependiera, la amnistía fiscal consistiría en dar veinticuatro horas a los defraudadores para sacar todo el dinero que tienen guardado en Suiza, en las islas Caimán, en los calcetines o debajo del colchón. Trascurrido ese plazo los buscaría bajo las piedras, hasta dar con ellos y con los recursos que detraen del Estado. Para ello aumentaría la plantilla y los recursos de la fiscalía anticorrupción, de los jueces y policías especializados en corrupción y delitos fiscales y la de inspectores de hacienda. La única amnistía fiscal consistiría en entregar todo lo que han sustraído en menos de veinticuatro horas, pagando lo que les toca o atenerse a las consecuencias. En un país sano, las medidas de gracia deberían ir destinadas a aquellos que puntualmente declaran, todos los años, sus ingresos.
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Tú y yo, a veces, hacemos que -algunos- cojan más de un retortijón de tripa.
ResponderEliminarEstoy contigo, por supuesto. Ann@
Así al menos debería ser. Saludos.
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