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4/2/13

Los niños que prendían fuego a las casas abandonadas

Vagaban por la ciudad, con apariencia angelical, mirada esquiva y flequillo acicalado. Sus manos, ocultas en los bolsillos de sus pantalones, guardaban encendedores bien cargados y cajas rebosantes de cerillas. Cuando nadie los veía, se deslizaban al interior de casas abandonadas. No actuaban por impulso irracional. Sabían lo que hacían.  La estudiaban con detenimiento hasta encontrar el lugar idóneo. No necesitaban hablar. Solo mirarse. Entonces, como quien practica un ritual de sacrificio, cerraban los ojos, juntaban sus llamas y dejaban que el dios del fuego entrase en aquella morada, tomase posesión de ella y eliminase los malos espíritus. No huían. Salían y contemplaban su obra, su ofrenda sagrada, su sacrificio. Ellos eran los sacerdotes del dios del fuego. Los mediadores entre Cielo e Infierno. 

2 comentarios:

  1. jejeje, muy bueno, me ha gustado.
    Me he visto un poco reflejado. Tuve mis épocas, vivía en una urbanización que creció mucho en poco años. Siempre tuvimos obras donde escondernos.

    Un placer amigo!
    Nos leemos!
    Chris.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Chris. Un placer igualmente.

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