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20/10/13

Cuando era pequeñito

No sé si os habrá pasado lo mismo. Hablo, claro, a los chicos. Cuando era pequeñito solía lanzar bravuconadas de auténtico orgullo masculino, tal y como hacen muchos adultos cuando se encuentran seguros. Como el conductor que amenaza con machacar los huesos a otro, cuando ya no puede escucharlo. Yo hacía lo mismo con, tal vez, cinco años. Pero el efecto que producía era el contrario del que buscaba. Los adultos soltaban una carcajada condescendiente. Eso me hacía entrar en cólera. "¿De qué demonios se ríen? Estoy hablando en serio". Era lo que pensaba. Yo no me veía como un niño. Me sentía como un adulto, con limitaciones, pero adulto. Sin embargo, ellos seguían riéndose de mis afiladas amenazas. 

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