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27/12/13

Paletos de ciudad

Tengo la convicción de que la condición de paleto no deviene del origen sino del destino. Es decir, un paleto es paleto dependiendo de dónde se encuentra y no de cuál es su origen. Tradicionalmente hemos escuchado decir eso de 'paleto de pueblo', como burda ofensa hacia quien procede del ámbito rural. Sin embargo, un individuo de pueblo no es paleto en su pueblo, solo adquiere esa condición si, por ejemplo, llega a presidente de gobierno. Entonces sí puede decirse que se trata de un paleto de pueblo, porque, como comprenderéis, el sujeto en cuestión aplicará prácticas agropecuarias a la gestión gubernamental.
Pero, dando la vuelta al concepto, un tipo cualquiera de ciudad emigrado por los lances del destino hacia un entorno bucólico, con toda probabilidad devendrá en paleto, en este caso, 'paleto de ciudad'. Como he dicho, el sujeto adquiere su condición al abandonar su hábitat natural y adentrarse en otro que le es extraño. Del mismo modo, este sujeto almidonado realizará prácticas urbanas para solventar las vicisitudes de la vida agreste, como ordeñar una vaca, con el exprimidor o buscar el puerto usb en el candil. Como convendréis conmigo, la condición de paleto viene dada por el destino, no por el origen.

15/12/13

Nadie escucha a nadie

Baldomero alzó su copa, bajó la mirada y se aseguró de que su rostro se tornaba solemne. Acostumbraba a ese tipo de numeritos histriónicos. Con la voz compungida habló para su grupo de invitados:
__Todo el mundo intenta acaparar la atención para sus propios intereses, pero nadie se preocupa de lo que necesita el que tiene al lado. La gente acostumbra a hablar de sus propios problemas sin escuchar a los demás. Estoy cansado de tanta hipocresía. Si queremos que la gente nos escuche, debemos escuchar. Porque nuestros problemas no tienen por qué ser más importantes que los ajenos.
Entonces, alzó la mirada y observó que dos compañeros hablaban entre ellos, uno bostezaba, otro trasteaba el teléfono móvil, uno más miraba hacia otro lado y el único que lo miraba tenía la boca abierta y no parecía estar entendiendo nada de lo que escuchaba. Baldomero bajó la copa, tragó saliva, retuvo dos lágrimas que pugnaban por brotar de sus ojos y se sentó con la tez lívida y el orgullo zaherido.

2/12/13

El compás de dos tiempos

Caminaba con la cadencia de un compás de dos tiempos, marcados por metrónomo. 
La calle respiraba con normalidad su polución, 
hasta que la joven de los tacones se detuvo...
Las nubes se abrieron, un autobús frenó con brusquedad, 
una motocicleta colisionó contra algo y su conductor voló en solitario, sin parar de mirar, 
las ventanas aledañas se abrieron lentamente y se llenaron de boquiabiertos curiosos, 
una brisa inesperada barrió la calle de hojas otoñales 
y a lo lejos sonó una letanía melódica de metal retorciéndose.
La joven que intentaba ajustarse los tacones 
alzó la mirada y contempló con estupefacción la escena, 
una alegoría congelada, un cuadro surrealista.
Recuperó su postura vertical 
y continuó con su imperturbable compás de dos tiempos.
Ni siquiera imaginaba  que los extremos de su tanga habían tenido algo que ver.