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3/1/14

¿Improvisación o programación? Claves para escribir un buen libro

Has tenido una buena y quieres convertirla en una novela, pero no sabes si ponerte a escribir inmediatamente o dejar que madure la idea. ¿Qué es mejor? ¿Desarrollar la idea a través de la improvisación o darle forma con calma? 
Escribir un libro es como emprender un viaje hacia un lugar deseado. Si partes sin rumbo comenzarás a dar vueltas y jamás alcanzarás ese lugar. Para llegar a la meta deseada hay que programar el viaje, las rutas, las paradas y el medio de transporte. Del mismo modo, para escribir un libro hay que tener claras unas cuantas ideas globales. Como mínimo debe estar decidida la ubicación espacial y temporal de la trama, las secuencias o capítulos más importantes, los personajes principales y, sobre todo, la idea que se quiere transmitir. Volviendo a la metáfora del viaje, es preciso saber desde dónde se parte y a dónde se pretende llegar. Una vez claro esto, se traza un trayecto coherente para unir esos dos puntos. Cuando no existe programación el escritor se pierde en tramas inconexas y giros imprevisibles que despistan al lector y le hacen perder la atención. Además, las ideas maduradas en la mente con el tiempo han sido puestas a prueba y es más probable que funcionen dentro de la obra. En cambio, las ideas improvisadas suelen mostrarse superficiales y cargadas de tópicos y estereotipos.
Entonces ¿en qué lugar queda la inspiración? Además de la idea principal que habrá surgido por esta vía, la inspiración puede aprovecharse mientras se está narrando una parte preparada. Una dosis de improvisación en los pequeños detalles puede ser muy refrescante y darle dinamismo a la obra. Pero esas expresiones de la inspiración espontánea siempre se deben ceñir a partes menores, siempre en coherencia con el sentido global de la obra.

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