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5/5/14

Un pueblo incomprendido

Mi pueblo rechazó la construcción de una carretera, también rechazó una estación de alta velocidad, un museo etnológico, un hotel y una urbanización. Pero lo que le dio fama fue el rechazo a la instalación de la facultad de ciencias ambientales. Los políticos de turno creían haber encontrado la fórmula secreta para doblegar nuestra bucólica mentalidad. Nos comparaban con los galos, decían que el rechazo a la ciencia era prueba irrefutable de nuestro atraso cultural. Dejaron de decir el nombre de nuestro pueblo y pasaron a llamarlo paletolandia. ¡Pobres! No sabían que teníamos todo lo necesario para vivir felices y que no necesitábamos nada de ellos. Mi pueblo tiene agua cristalina procedente de la montaña, el aire más limpio del país, pequeñas granjas que nos surten de huevos y carne, huertos colmados de fruta y hortalizas. También tenemos un espíritu de unidad entre las gentes del pueblo. El alcalde siempre defiende lo que votan los ciudadanos y siempre nos ponemos de acuerdo para defender los intereses del pueblo. Mientras nos dejen vivir en paz, que nos llamen como quieran. Los paletos son los que ignoran la realidad de los otros.

1/5/14

Lugares condenados a permanecer en la memoria

Algunos espacios urbanos mutan evolutivamente, a golpe de progreso, con mayor o menor acierto. Si los paisanos tienen la suerte de contemplar la muda de la piel, sustituirán los antiguos recuerdos por las nuevas imágenes que cada día reciben. Pero aquellos que el destino los ha alejado de sus orígenes tendrán la impresión de estar visitando otra ciudad distinta. La ciudad de sus recuerdos y la que contemplan con sus ojos caminarán por sendas divergentes, condenadas a separarse indefinidamente. La ciudad que siempre conocieron se resistirá a desaparecer y se manifestará impenitente en forma de sueños o pesadillas.