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28/11/12

Calabazazos

La adolescencia, esa etapa de la vida, llena de ilusiones y estupidez, suele estar marcada por la búsqueda incesante de pareja. Muchas veces, acuciados más por la presión social que por las hormonas, los jóvenes corren en busca de alguien con quien compartir cama y, si surge, algo más. Como a esa edad no está desarrollado por completo el lóbulo prefrontal, no alcanzamos a comprender el alcance de nuestros actos. Por eso, los rechazos nos duelen como punzones bajo las uñas. Son las temidas calabazas. Ponemos todas nuestras esperanzas en la primera persona que tiene algún atractivo para nosotros, por nimio que pueda ser, y sentimos una enorme frustración cuando somos rechazados. Ni siquiera tenemos en cuenta las veces que somos nosotros quienes rechazamos con toda ligereza, sin tener en cuenta los sentimientos de la otra persona. Con el tiempo vamos descubriendo los motivos verdaderos por los que no encajamos en su día con aquellas personas; no habíamos nacido para estar juntos. Ninguno de los dos lo sabía en aquel momento, pero al menos uno se dejaba llevar por su mente irracional y rechazaba algo que no le inducía buenas sensaciones. La vida nos acaba enseñando que aquellas decepciones en realidad eran fruto de una absurda obsesión por alcanzar objetivos, aunque estos sean inapropiados. Por suerte, nuestra mente subconsciente nos preserva de decisiones que nos harían la vida más complicada aún.

19/11/12

Mundos injustos

Si contribuyes con tus acciones a crear un mundo injusto, donde unos oprimen y otros son oprimidos, donde unos disfrutan y otros anhelan, donde unos se sacrifican y otros esclavizan, no lo dudes, algún día sufrirás las consecuencias de vivir en ese mundo injusto que tú has contribuido a crear. Algún día las vueltas del destino te pueden empujar y acabarás experimentando la crueldad y la injusticia del mundo que un día consideraste idílico, porque simplemente te beneficiabas sacrificando la vida ajena. Nunca olvides que este es el mundo en que vives.

7/11/12

¿Lo ves? Tenía yo razón

Si algo caracteriza al buen español es su incapacidad innata para reconocer una equivocación. Son muchos los que preferirían tener un trágico final, antes que verse obligados a reconocer su error. Si trasladamos este axioma a la clase política, el asunto toma tintes dantescos. No se conoce ningún cargo público que haya reconocido un error. No hablemos ya de delitos. Pobres. No saben que reconocer el error es el primer paso para enmendarlo.

Los comentarios blogueros

Un blog es un espacio que se caracteriza por su generosidad y su espontaneidad. Es un espacio en el que el autor o autores vierten sus ideas, creaciones, opiniones, descubrimientos o conocimientos, de una forma altruista o escasamente remunerada. Por eso, quien anota sus comentarios debe partir de esa premisa, que un blog suele ser un espacio donde se refleja una visión personal, por lo que debe merecer el respeto, aun cuando su posición no esté acertada o no coincida con la mayoritaria. Hay algunos comentaristas que podrían dedicarse a publicar sus ideas en un blog creado por ellos, en lugar de dedicarse a llevar la contraria por sistema a los demás, aprovechando muchas veces la cobardía del anonimato. Intentar desprestigiar las creaciones ajenas no los hará crecer. Al contrario, derrocharán energía inútilmente, que podrían dedicar a superar su necedad, su pusilanimidad y su complejo de inferioridad.

5/11/12

Odio los tumultos

Siempre he odiado las aglomeraciones humanas de todo tipo. No solo los conciertos masivos, también odio los atascos, las colas largas, las playas atestadas, las manifestaciones o los centros comerciales el día de rebajas. Odio toda concentración humana porque además de peligrosa es insoportable. En realidad nunca he tenido en mente el potencial peligro que representa una masa humana si se descontrola, mucho antes ya me incomoda la sensación de ausencia de libertad. Por eso huyo de todas esas situaciones. 
Cuando las personas pasan a formar parte de una masa humana, pierde parte de su autocontrol y se convierten en células de un organismo gigante. Ese organismo es el resultado sinérgico de la suma de mentes que lo componen. Si entre esas mentes abunda la juventud, las drogas o el alcohol y la euforia por la música, lo más probable es que la masa se transforme con facilidad en un tumulto peligroso. En estas situaciones, las personas deben tener un autocontrol suficiente para conservar el espacio de seguridad que nos rodea, pero cuando se dan las circunstancias mencionadas de juventud, alcohol y fiesta, se rompen las reglas y la distancia de seguridad se rompe. Hasta el punto de que unos comienzan a invadir el espacio de otros y dan lugar a situaciones descontroladas que suelen terminar en catástrofes.
Hay soluciones para evitar estas situaciones. Unas soluciones son institucionales y otras son más personales. La solución inmediata consiste en dotar a los escenarios de grandes concentraciones de abundantes medidas de seguridad, que limiten el aforo, garanticen salidas suficientes e impidan el acceso de personas, objetos o sustancias peligrosas. Un adecuado sistema de seguridad puede conducir a la masa descontrolada. Pero no debemos obviar la responsabilidad individual. Cada uno es responsable de su propia conducta y puede evitar caer en situaciones comprometidas abandonando a tiempo. Las masas se descontrolan cuando en ellas abundan las personas con tendencia al descontrol. Tal vez la consciencia de los efectos que produce ese descontrol evite en el futuro situaciones similares.