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27/2/13

El valor de las cosas

Tal vez deberían enseñarnos desde la infancia a apreciar el verdadero valor de las cosas. La juventud en general se mueve por el mundo nadando en un mar de ignorancia e ingenuidad, de forma que no sabe apreciar el valor de las cosas. Algo que se demuestra cuando se quema contenedores, cuando se despilfarra el agua corriente, cuando se malgasta la electricidad, cuando se destroza con pintadas una fachada o cuando se destruye mobiliario urbano. Todo, absolutamente todo eso, se paga con el dinero de las familias, vía impuestos, tasas o abonos. Una adecuada educación llevaría a los jóvenes a tomar conciencia del verdadero valor de las cosas y de quién son los verdaderos pagadores de todo lo que malgastan o destruyen.

26/2/13

Cómo se ve el aura de las personas


En las sociedades occidentales la capacidad de contemplar el aura está atrofiada por la educación sensorial recibida desde la infancia. Pues es en la infancia cuando esta capacidad se desarrolla con mayor facilidad. Podemos decir que la única visión que aprendemos es la diurna enfocada. Pero con un adecuado entrenamiento y algo de sacrificio se puede recuperar otras visiones innatas del ser humano, como la visión nocturna o la vista desenfocada.
Para ello hay que elegir un buen momento y un buen lugar, porque si intentáramos visionar el aura de una persona, por ejemplo, sentada en el metro, no tardaría en acercarse a preguntarnos qué demonios estamos mirando. En nuestra vida cotidiana no podemos detenernos a mirar a ninguna persona, salvo que la hayamos advertido previamente, salvo que estemos dispuestos a ser confundidos con perturbados o retardados.
Pero antes de pasar a la forma ideal de contemplar el aura, debemos comenzar por saber de qué hablamos cuando decimos aura. Porque abundan las falacias y las exageraciones entre farsantes, de tal forma que muchos esperan ver el cuerpo rodeado de luces de neón.
La idea de que nuestro yo acaba donde termina nuestro cuerpo, no es más que un defecto de la educación occidental basada en lo material y lo tangible. Ciertamente, el conjunto molecular que conforman nuestras células termina allí donde nuestra vista nos dice. Pero somos más que moléculas agregadas en forma de células, tejidos y órganos. También estamos compuestos de energía en múltiples formas. Esa energía no sólo no termina en nuestra piel, sino que fluye de nuestro cuerpo al de los demás y hacia el Universo. Así mismo también recibimos esa energía del Universo y de los otros seres vivos en un constante intercambio energético. Estas formas de energía conforman el sistema de comunicación universal entre seres vivos y entre estos y la naturaleza.
Las manos están repletas de terminaciones nerviosas y ofrecen la mejor opción para ver el aura. Para ello se debe elegir un entorno iluminado tenuemente, donde no abunden las superficies reflectantes o de colores llamativos. Hay que colocar la mano delante de una superficie amplia, de un color uniforme, preferentemente negro, y fijar la vista de forma descentrada durante varios segundos. El aura lo perciben las células especializadas en la visión nocturna de nuestros ojos, conocidas como bastones, de ahí lo de la vista descentrada. Estas células actúan cuando la luminosidad es débil, pero necesitan varios minutos para adaptarse. Es en ese momento cuando mejor se puede contemplar el aura, como un resplandor muy leve en torno a la piel. Si lo hacemos correctamente notaremos que nuestro campo visual se nubla y sólo veremos con nitidez la zona central de la visión. La mano debe quedar fuera de esa zona central que es en la que intervienen los conos, las otras células de la visión adaptadas a la luminosidad intensa. Aunque el aura tiene una naturaleza similar a la luz es importante aclarar que no es luz. Si fuera luz se vería en completa oscuridad. El aura se puede ver principalmente porque forma un contraste sobre la superficie posterior.
Hay quien prefiere comenzar por sentir el aura, antes de verlo. Para ello podemos cerrar los ojos y colocar una mano con la palma abierta y desplazar lentamente la otra mano por delante de la primera a unos cuatro o cinco centímetros. Cuando una mano pasa delante de la otra notamos una especie de cosquilleo leve que nos indica que se han encontrado. Es el aura.

18/2/13

De mayor quiero ser como él

Aproximarse a la ancianidad no puede ser una experiencia negativa, después de conocer a personas entrañables y de gran sabiduría como Stéphane Hessel, José Saramago, José Luis Sampedro, Ana María Matute o Eduard Punset, por citar solo algunos ejemplos. Cuando pienso en cómo querría envejecer suelo acordarme de un profesor que reunía todas las cualidades admirables en una persona. Era sabio, había llegado a lo más alto como doctor en psicología y profesor universitario, a base de gran esfuerzo. Trataba a los alumnos con afabilidad, sin un ápice de la arrogancia que rezuman otros menos preparados, siempre nos ayudaba para aprender y aprobar, sin someternos a pruebas imposibles que solo buscan la exhibición del profesor. Al contrario, él se centraba en el conocimiento y en las personas. Conocerlo me demostró que una persona puede envejecer cultivando las cualidades positivas como la bondad, la inteligencia, la modestia o la humildad, a la vez que se va desprendiendo de las negativas. Personas como él y como muchos otros mayores encantadores, me hacen mirar hacia el futuro con esperanza y curiosidad.

17/2/13

Miedos heteros

Ser homosexual conlleva grandes temores, como el miedo al rechazo social, miedo a perder el status, etc. Pero ¿ser hetero significa estar libre de miedos? Pues no. Un sutil análisis de las mentes heteros, nos lleva a la conclusión de que existen grandes temores entre nosotros. El primero es el miedo a ser identificado como homosexuales. Por ese motivo, la mayoría de hombres viste hetero, habla hetero, lanza groserías hetero. Necesitan que nadie los identifique como homosexuales. El segundo temor está íntimamente relacionado con el anterior. Muchos hombres tienen algún grado de bixesualidad, pero en condiciones normales, nadie lo reconoce. Nadie reconoce ver porno gay o tener fantasías gay. Sin embargo, cuando cambia el contexto y se encuentran, por ejemplo, en una cárcel... pues, bueno, allí todo es distinto. Cuando llega el carnaval, pues, también es distinto, y muchos hacen exhibición de su lado más femenino, sin rubor. Qué importa, si estamos en carnaval. Pero por encima de todos esos temores, el mayor miedo que tiene todo hetero, el que le da auténtico pavor es... ser violado por otro hombre. El dominio sexual por otro hombre viene a ser la mayor humillación, el mayor acto de fuerza, que un hombre puede ejercer sobre otro. Por todo eso, la mayor parte de hombres que no se conocen a sí mismos, que no tienen clara su orientación o que se sienten débiles, adoptan el papel de homófobos. De esa forma creen que nadie se fijará en ellos, que disiparán las dudas sobre su sexualidad y que apartarán todos sus temores.

16/2/13

Y escritor

En la vida se puede ser muchas cosas, y muchas cosas a las vez. Pero en un momento determinado, nadie puede ser dos cosas a la vez, con la misma intensidad. Siempre hay una que termina imponiéndose a la otra. Tal vez, solo de forma temporal. Pero es imposible que alguien sea considerado igual de excelente en dos facetas al mismo tiempo. Lo más normal es que sea primero una cosa y luego la otra, en distintas épocas de su vida. Muchas veces he escuchado que alguien es periodista y escritor, o periodista e historiador, etc. El caso es que el orden de esos vocablos establece una clasificación dicotómica entre todos los escritores del mundo. A saber; los que son escritores y algo más, por un lado y los que son algo y escritores. Los primeros siempre suelen ser conocidos por su faceta de escritores, porque suele tener más prestigio, más caché. Mientras que los segundos acompañan su faceta de escritores como apellido de la primera. Un historiador, un periodista, un físico o un psicólogo pueden escribir una buena novela. Por supuesto, pero siempre serán conocidos como "algo... y escritor". Será difícil que puedan construir una carrera como escritores. Lo más probable es que publiquen esa buena novela... y se acabó. Volverán a sus respectivos oficios, a través de los cuales, publicarán diversas obras científicas o ensayísticas. Pero difícilmente podrán compaginar sus carreras con la de escritor. Porque se puede tener talento y poner celo en dos facetas, pero el alma, solo puede ponerse en una.

13/2/13

Tomarse la vida con deportividad

En el mundo sedentario existe la creencia de que la única forma de introducir algo de ejercicio en la vida consiste en realizar tres o cuatro horas de deporte semanal. Siendo eso cierto, no es ni la única forma ni tal vez la mejor, de cambiar de vida. Hay otra vía, que consiste en tomarse la vida con deportividad. Lo cual implica que todo cuanto hagamos en nuestra vida diaria lo tomaremos como un reto. Poco a poco podemos olvidarnos de actividades como coger el autobús o subir en ascensor. Para adoptar esta transformación debemos imprimir un cambio radical en nuestra forma de pensar. Es fácil considerar un fastidio el tener que caminar durante veinte minutos para ir a la biblioteca o a una tienda. Con el nuevo pensamiento, no solo dejará de resultarnos tedioso, sino que ese desplazamiento nos parecerá demasiado corto. Tomarse la vida con deportividad supone hacer frente a los avatares de la vida, con valentía y decisión. Consiste en tomar medidas para ganar la batalla contra nuestros propios fantasmas de la pereza y el miedo.

10/2/13

Esta es mi amnistía fiscal

Si de mí dependiera, la amnistía fiscal consistiría en dar veinticuatro horas a los defraudadores para sacar todo el dinero que tienen guardado en Suiza, en las islas Caimán, en los calcetines o debajo del colchón. Trascurrido ese plazo los buscaría bajo las piedras, hasta dar con ellos y con los recursos que detraen del Estado. Para ello aumentaría la plantilla y los recursos de la fiscalía anticorrupción, de los jueces y policías especializados en corrupción y delitos fiscales y la de inspectores de hacienda. La única amnistía fiscal consistiría en entregar todo lo que han sustraído en menos de veinticuatro horas, pagando lo que les toca o atenerse a las consecuencias. En un país sano, las medidas de gracia deberían ir destinadas a aquellos que puntualmente declaran, todos los años, sus ingresos.

5/2/13

Peligro y oportunidad

Cuando los chinos escriben la palabra crisis, emplean dos caracteres, cuyo significado por separado es peligro (wei) y oportunidad (ji). La sabiduría milenaria china desglosa el significado en dos partes, en lo que viene a representar una disyuntiva. Una crisis es un momento de incertidumbre, de reflexión, de detenerse a pensar. Es un momento en el que todos tenemos que replantearnos nuestras decisiones y decidir si queremos continuar el camino que llevábamos o tomar otro nuevo. Por lo cual, crisis no significa inexorablemente catástrofe, sino más bien, una elección entre cambio de rumbo o catástrofe. Ninguna crisis será aprovechada si no sirve para aprender lo que hemos hecho mal como individuos y como grupo. La actual, debería enseñarnos a ser más críticos con el sistema y con sus representantes, porque si ellos son decepcionantes, nuestra ausencia de control y de exigencia, no lo es menos. Durante años los hemos idolatrado, creyendo que eran seres especiales, inmunes a las bajas pasiones, y con nuestra complacencia y abandono hemos contribuido a que levanten un sistema de privilegios ilimitado, hasta el punto de institucionalizar el delito sin sonrojarse. Ahora podemos cambiarlo. Permitir que se perpetúen en el poder o echarlos de una vez con nuestros votos. Nosotros decidimos. Seguir la senda hacia el precipicio o cambiar de rumbo. Peligro u oportunidad.

4/2/13

Los niños que prendían fuego a las casas abandonadas

Vagaban por la ciudad, con apariencia angelical, mirada esquiva y flequillo acicalado. Sus manos, ocultas en los bolsillos de sus pantalones, guardaban encendedores bien cargados y cajas rebosantes de cerillas. Cuando nadie los veía, se deslizaban al interior de casas abandonadas. No actuaban por impulso irracional. Sabían lo que hacían.  La estudiaban con detenimiento hasta encontrar el lugar idóneo. No necesitaban hablar. Solo mirarse. Entonces, como quien practica un ritual de sacrificio, cerraban los ojos, juntaban sus llamas y dejaban que el dios del fuego entrase en aquella morada, tomase posesión de ella y eliminase los malos espíritus. No huían. Salían y contemplaban su obra, su ofrenda sagrada, su sacrificio. Ellos eran los sacerdotes del dios del fuego. Los mediadores entre Cielo e Infierno.