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18/6/12

Formas de escribir

Cuando das los primeros pasos como escritor en ciernes, descubres que no todo lo que has escrito resulta igual de fácil de leer. Unas partes resultan fluidas y placentas. Otras suenan resultan frías y aburridas. Entonces te preguntas dónde está la clave de esas diferencias. Al fin y al cabo, te dices, la historia ha salido de la misma mente, por tanto no debiera contener esas irregularidades. A partir de entonces concentras tus esfuerzos en localizar el secreto del buen escritor. El genio que inspira esas líneas que parecen emanar de las entrañas mismas de la conciencia. Que parecen dictadas por una mente superior que emplea al escritor como escribano. No tardas en descubrir que los pasajes que describes pueden tener tres grados de profundidad desde el punto de vista subjetivo. 
Hay un primer nivel formado exclusivamente por palabras. Lo cual significa que por la mente del escritor solo desfilan palabras y nada más mientras teclea el ordenador o desliza el bolígrafo por el papel. Esos pasajes son extremadamente superficiales y solo se deberían emplear para narraciones invariables y superfluas. Por ejemplo: Marcelo fue un adolescente triunfador, en el deporte y con las chicas, pero no supo trasladar sus éxitos a los estudios, donde nunca había conseguido destacar. Es una secuencia fría y genérica en la que el protagonista podría tener cualquier apariencia. Sin embargo, estas secuencias son inevitables al escribir porque sirven para rellenar múltiples espacios en la trama y tienen la ventaja de ser predecibles y están siempre disponibles. 
En un segundo nivel nos encontramos con secuencias más profundas, en las que lo que desfila por la mente son imágenes. Este tipo de pasajes forman el esqueleto de muchas novelas de acción, misterio o ciencia ficción. Y en muchas de ellas serán incluso una bendición encontrarlas. Cuando el autor escribe estas secuencias está describiendo imágenes que tiene en su mente. Podemos hacer una demostración: Nacho entró con decisión a la cafetería donde tenía su cita a ciegas, se maldijo por no haber tenido tiempo de peinar sus cabellos rubios y trató vanamente de atusarse con los dedos.
Finalmente, hay un tercer nivel, bastante más difícil de alcanzar, que es el de las emociones. Cuando el escritor narra estas secuencias lo hace atendiendo a las emociones que siente al crear una historia en su mente. Podemos asegurar que hay millares de obras en el mercado que carecen por completo de estas secuencias. Son las que mayor calidad literaria aportan a la obra y las que más impacto tienen en el lector. El autor no se limita a describir una secuencia como si la estuviera contemplando en una pantalla, sino que hace un ejercicio de introspección para transmitir las sensaciones que está experimentando al recrear la historia. Estas secuencias suelen ser coherentes e intensas y se viven tanto por el escritor como por el lector como auténticas. Sirva como ejemplo: Después de esperar durante más de una hora, Rober comenzó a intuir que su amigo lo había dejado plantado. Mientras contemplaba el mortecino escaparate donde lo esperaba repasó una a una las palabras que había empleado para quedar con él. Por más vueltas que  daba siempre llegaba a la misma conclusión, la cita estaba clara. Estaba clara la hora, el lugar, el día y el plan. No había dudas. Entonces empezó a dibujarse una certeza en su mente que le hizo tener una desagradable sensación. Su compañero de clase no quería ser amigo suyo y aquel plantón era su forma de hacérselo saber. En ese momento comenzó a sentirse humillado de forma lacerante. Si no quería ser su amigo era porque no lo consideraba suficientemente digno.

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