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17/2/11

Intercambio de parejas

    Todo prometía que iba a ser una noche para recordar. Por fin, iba a dar rienda suelta a su mayor fantasía. Sabía que el tiempo no pasaba en balde, tenía veintisiete años y comenzaba a sentir el paso del tiempo por su cabeza y por su cuerpo. Ya no era el mismo de antes. Había perdido el interés por su chica y quería un aliciente que catapultara la relación. Ella por fin había aceptado.
     Él conducía tarareando How does it feel de Avril Lavigne mientras ella iba pensativa a su lado, mirando por la ventanilla. No quería preguntarle si estaba segura de lo que iban a hacer por si se echaba atrás. Así que fingió que todo iba bien, que era una buena noche y que lo iban a pasar en grande.
     Había un local nocturno, que pasaba inadvertido para el profano, en cuyo interior escondía una maquinaria de materializar fantasías. Él olvidó mencionarle que frecuentaba aquel lugar desde hacía años. Se había encargado de prepararlo todo, así que no tuvieron más que pagar la cuota por el uso de las instalaciones y dirigirse a la habitación convenida. El interior estaba decorado en rojo y negro, escaseaba la luz y una televisión mostraba escenas de sexo explícito. Ella seguía sin decir palabra, él seguía sin callarse.
    _¿Te gusta? Es bonito ¿eh? Mira, una peli de las que nos gustan. La cama es cómoda. Ya verás como te lo pasas bien. Mira, tenemos bebidas. ¿Quieres algo?
    _Ron con cola, poco cargado.
    Seguían con la farsa concentrados en sus copas cuando alguien golpeó la puerta. Entró un chico y una chica de piel morena. Ambos eran muy guapos, especialmente ella. Dijeron ser de República Dominicana. Ambos de veinticinco años y formaban pareja desde hacía cuatro. Él tenía una musculatura envidiable; ella, curvas peligrosas.
   Él chico habló con la pareja y decidieron que en esa habitación se quedaría su chica con el moreno, mientras que él se iría a otra habitación con el bombón recién llegado.
    La chica se quedó a solas con el chico dominicano. Le preparó una copa y le dijo que no quería hacer nada, que todo había sido cosa de su "maridito".
    _¿Es que no te gusto? _dijo él, afligido.
    _¿Cómo no me vas a gustar? Simplemente no quiero hacerlo.
    El chico insistió en que al menos lo observará hacerle un streeptees.
    De camino a casa ninguno se atrevió a decir nada. Al fin y al cabo, en eso habían quedado. Nada de comentarios.
    Pero pasaron los días y algo en el interior de él ardía por salir. Aprovechó un roce ocasional para explotar.
    _¿Qué? ¿Te gustó el morenito? Son de los que te gustan a ti ¿verdad? _primero empleó el sarcasmo. _¿Qué? ¿Calzaba bien el morenito? Claro, cómo no va a calzar bien kuntakinte. Pues claro que calza bien. ¿No dices nada?
    _Habíamos quedado en no decir nada ¿recuerdas?
    _Lo que no quieres es reconocer que te lo pasaste mejor que yo.
    _Ah, no sé. Tú sabrás.
    _¿Te gustó más hacerlo con él?
    _Fue idea tuya. Ahora no me culpes a mí.
    _¡Maldita sea! ¡Di algo de una puta vez! _comenzó a ponerse agresivo.
    _¿Quieres que te lo diga? Pues te lo diré. Yo no hice nada con el chico. Y espero que te lo pasaras bien tú, porque conmigo no lo vas a hacer más. Si eres tan cobarde que no te atreves a solucionar los problemas de pareja sin recurrir a esos servicios es que no vales la pena.
    _Cómo que servicios. Eran una pareja.
    _No, hijo. No son pareja. Trabajan en eso, cobrando a tontos como tú. Y sí, hizo un streeptees muy bonito para mí. Y calza bien. Bastante bien.

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