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19/3/11

Karma yonki Bicho

Había una vez un desecho de la sociedad que había buscado su destino él solito sin ayuda de nadie. Lo llamaremos Bicho, con cariño. Todo el mundo lo temía, todo el mundo se refería a él como amigo suyo, todo el mundo había escuchado hablar de él, pocos lo habían visto. ¿No me lo quieres dar? Pues llamo a Bicho. ¿Me quieres pegar? Pues llamo a Bicho. Si te acercas a mí, llamo a Bicho. Cuidadito conmigo que soy amigo de Bicho. Esa era la retórica del matonismo más rancio, el argumento del que no se vale por sí mismo y precisa de figuras mitológicas para salir del atolladero en que se mete.
Pues bien, uno de mis púberes días me encontré con un tipo que parecía no haber comido en semanas, llevaba ropa raída y cochambrosa y el rostro demacrado, como si arrastrara un sufrimiento indecible. Con todo, el tipo se nos encaró a mí y mi colega. Llevábamos unos ladrillos, no recuerdo por qué, y nos dijo que se los diéramos. Nos miramos, nos dijimos con los ojos que si nos poníamos a repartir hostias se iba a llevar unas cuantas, pero preferimos pasar de él. Pero no se quedó contento e insistió en llevarse nuestros preciados ladrillos. Volvimos a mirarnos y dijimos: Pa' chulos nosotros. Y los tiramos al río ante sus narices. Quedamos en tablas y cada uno siguió su camino.
Meses después volví a ver a ese trozo de carne con ojos en el centro de la ciudad, pedía dinero para meterse un chute. Casi me parto la caja cuando lo vi. Había menguado aún más, era un hombre a escala, una versión reducida de sí mismo. Podría darle un sopapo y volaría varios metros. Me dije que el karma le había dado un  buen castigo a ese osado mierdecilla, que se dedicaba a bravuconear con quien le podía partir la cara con una mano atada. Pero lo más insólito fue lo que me dijo un amigo. Mira, ese es Bicho. No daba crédito. ¿Ese andrajo humano era Bicho? ¿El Bicho que todo el mundo temía? ¿El Bicho que todo el mundo esgrimía como el amigo más poderoso? Pues sí, ese era Bicho. Se había convertido en un desecho de la sociedad, en un yonki cuyo cuerpo se llenaba de heroína y se vaciaba de vida. La capacidad de fabricar mitos que tiene la gente es ilimitada, pero desde entonces, mi capacidad de creer esas sandeces es limitada.

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