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4/1/12

El poder de los tiranos

Si los tiranos fueran personajes aislados engendrados por la sociedad, no durarían ni un día en el poder, por más sanguinarios y sociópatas que pudieran ser. El poder de los tiranos le es dado por una minoría que los sustenta y por una mayoría que calla, huye o sufre sus consecuencias. Decía Napoleón que existen tres clases de hombres: los que mandan, los que obedecen y los rebeldes. Habría que añadir a los acólitos de los que mandan. Esos acólitos son auténticos cómplices que no se limitan a secundar al líder sino que se muestran entusiasmados de mostrar su propia crueldad a fin de no parecer disidente con el poder. Los personajes de esa calaña son los que erigen a los dictadores y los que retrasan una salida rápida y justa tras periodos dictatoriales. ¿Por qué existen estos personajes? Puede ser por una mezcla de interés y miedo. El miedo tiene una enorme capacidad de seducción. Muchas personas se sienten embriagadas por el miedo que producen los poderosos autoritarios. Eso hace que empiecen a seguir sus instrucciones sin objetar. Conforme realizan acciones en favor del líder, empiezan a cosechar los beneficios. En la mayor parte de los casos ese beneficio es simplemente el desviar la atención hacia otras personas y salirse del círculo maldito de oprimidos. Los más cercanos al poderoso también tienen miedo de dar un paso atrás y ser marginado por el círculo del poder o incluso acabar ajusticiado. Esa mezcla de miedo e intereses hace que muchos opten por seguir al tirano en lugar de combatirlo o evitarlo. Finalmente es la masa social invertebrada y pasiva la que hace que el poder organizado y jerarquizado del tirano sea tan aplastante. Una sociedad pasiva de personas que prefieren callar por miedo a ser señaladas constituye el caldo de cultivo imprescindible para que el poder del tirano crezca sin límites.

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