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10/7/11

Una dura prueba

   A veces en la vida te suceden cosas que parecen creadas por los dioses para ponerte a prueba frente a ti mismo. Esa fue la impresión que tuve hace unos años cuando mi chica y yo contábamos veintiséis años y ya llevábamos dos de relación. Ella tenía una amiga siete años más joven que la consideraba como una hermana. Un día llegó mi chica a casa con cara de preocupación, pensé que se debía a un viaje de trabajo que tenía ese mismo fin de semana. Estuvimos hablando un rato y me confesó que se debía a que su amiga Tatiana estaba saliendo con un tipo que era un cretino que la estaba utilizando.
   _¿No podrías hablar tú con ella? _me dijo mi chica _siempre se te ha dado bien eso. 
   Yo resoplé tratando de imaginar la situación.
   _Claro, pero no será lo mismo que se lo diga yo ¿no?
   _Las amigas ya hemos hecho todo lo posible y lo imposible por que lo deje y no hay manera _me dijo _. Quizá, si habla con un hombre, se dé cuenta de que ese tío es un imbécil.
   No ocultaré que me sentí enormemente alagado. Así que no podía negarme.
   _Claro, hablaré con ella. ¿Cuándo lo hacemos?
   _¿Por qué no aprovechas este fin de semana que estoy fuera?
   Fue entonces cuando se me dispararon todas las alarmas en mi cabeza. Supuse que mi cara me delataría, que mis mejillas se sonrojarían. Yo había tenido entre mil y dos mil fantasías con su amiga Tatiana, lo cual no era una novedad viniendo de un hombre, pero dejar que la viera a solas me pareció someterme a una dura prueba de resistencia. Nuevamente accedí.
   _Bueno, ¿se lo dices tú? puedo quedar con ella para tomar un café.
   _No quisiera que os viera el gilipollas este, sería mejor que viniera ella aquí, a casa.
  Nuevamente volví a removerme por dentro. Pensé, o mi chica confía plenamente en mí o me está poniendo a prueba.
   De ese modo, le dije que se fuera de viaje tranquila, que yo hablaría con Tatiana.
   El viernes, a las nueve de la noche, mientras mi chica estaba a casi mil kilómetros de distancia, Tatiana llamó al timbre de casa. Cuando la vi tragué saliva. Se había puesto muy guapa. Aquello iba a ser más duro de lo que pensaba. Siempre había preferido a mi Chica, era más guapa, más femenina y con curvas más sinuosas. Pero no era de piedra y un bombón de diecinueve años sobraba para dilatarme las pupilas.
   _Hola, Tati, ¿cómo estás? _pregunta absurda, su cara mostraba cómo estaba.
   _No sé qué hago aquí, la verdad. Sé lo que me vas a decir.
   _Bueno, si quieres te ahorro el sermón y pasamos a las copas directamente.
   Aquello pareció funcionar y esbozó la primera sonrisa aunque sin perder la sombra de amargura.
   _¿Quieres que ponga alguna peli?
   _Mientras no sea un drama ni romántica...
   _Eso está hecho. Tengo Scary Movie, una película de escaso requerimiento intelectual.
   Tati volvió a sonreír. Había acertado. Me dijo que no había cenado así que preparé unos canapés con lo que tenía y abrí una botella de rosado que sabía le gustaba. Durante la cena hablamos de trivialidades, de cómo le iban estudios, del trabajo que quería para el futuro... Dejé que el vino y el humor simplón de la película hicieran su trabajo. Parecía más relajada y animada. No sabía cuándo abordar el tema de su chico.
   _¿Te molesta si te hablo de este?
   Negó con la cabeza.
   _La verdad es que nunca me ha gustado, creo que intenta aprovecharse de ti. Es un acomplejado que no ha tenido nunca nada y ahora te exhibe como un trofeo. No se preocupa nada de ti, te utiliza y... además es feo.
   Se rió al escuchar que era feo.
   _¿Por qué no me has dicho antes esto?
   _No sé. Pensé que os iba mejor y no quería ofender a quien iba a ser tu pareja formal. Pero hablando con Vane me he dado cuenta de que es lo que parece a simple vista. Un capullo.
   Volvió a reírse.
   _Ya lo sé. Pero es lo que tengo. Al menos me distraigo cuando estoy con él.
   _Ya sé que tu casa no es lo más recomendable, pero no puedes echarte en manos de un imbécil con tal de salir de allí. Tienes que ser fuerte y esperar algo mejor. Algo que tú te merezcas. Vamos, tiene que haber cientos de tíos esperando a que lo dejes para tirarte.
   _Tampoco te pases.
   _Te valoras poco, sabes que eres guapísima, inteligente y muy buena chica.
   Recuerdo cómo se le empañaron los ojos y no pude sostenerle la mirada. Me giré hacia la película y di un trago a la copa de vino. En esas circunstancias podía confundir los sentimientos y dejarme llevar así que intenté actuar con calma. Pero todo parecía orquestado para ponérmelo difícil.
   _¿Puedo pasar la noche aquí? _me dijo.
   Dos rayos me atravesaron, uno me decía que por supuesto, el otro que ni pensarlo. Naturalmente le dije que sí, pero tuve la necesidad imperiosa de llamar a mi chica y decírselo.
   _Me ha dicho que quiere pasar la noche en casa _le dije.
   _Ah, pues claro. Que se quedé. Le vendrá bien desconectar.
   _¿Va todo bien por allí?
   _Mucho trabajo. Mañana hablamos, estoy destrozada y quiero dormir algo. Un beso. Te quiero.
   Así que tendría que convivir con mis propios pensamientos durante toda la noche. Me imaginaba como un lobo durmiendo plácidamente en un corral mientras las gallinitas se paseaban confiadas delante de mi hocico.
   Acordamos que ella dormiría en el sofá, le di un pijama de Vane y unas sábanas. Ella se quitó los zapatos y se acomodó en el sofá junto a mí. Yo me veía defendiéndome de mis propios pensamientos como quien lucha contra la lluvia un día viento. Cada vez que giraba veía sus piernas bajo el panty parcialmente flexionadas sobre el sofá. Dios, aparta esos pensamientos de mí, me decía en vano. A esas horas y con una mezcla de alcohol y hormonas fluyendo por el cuerpo solo se me ocurría un final posible a la historia: comerme esa bonita boca, quitarle su escasa ropa y darle una alegría a nuestros cuerpos. Pero la vida se compone de realidades objetivas pujantes con las subjetividades más retorcidas.
  Así que me conformé con que apoyara su cabeza en mi hombro mientras se adormecía y antes de marcharme a mi habitación le di un beso peligrosamente cerca de la boca. Si hubiera sido una película, el final habría sido distinto, pero era la realidad. Así que ambos hicimos lo que era mejor y cada uno durmió en su habitación. Pero nunca me desprendí de la sensación de que aquello parecía una dura prueba a la que se me estaba sometiendo para saber cómo reaccionaría.

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