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7/1/11

Los golpes del vengador

Esta mañana te has levantado y no has dejado de pensar en lo que vas a hacer esta noche. Lo llevas planeando toda la semana junto a tus camaradas y estás deseando que llegue la noche. Después de desayunar automáticamente te has puesto a chatear con tu mejor amigo. Lo tenéis todo preparado. Estás deseando enseñarle el bate de béisbol que has comprado ayer. Huele a madera nueva y luce un rótulo negro que dice “Vendetta”. Eso es lo que significa para ti. Venganza, y tu arma es tu Vengador. Estas deseando darle trabajo a tu Vengador.
Ya has aguantado suficiente, estás harto de soportar su olor por tus calles.
Llega la noche, te miras al espejo, tu cabeza brilla sin mácula. Te vistes como de costumbre, pantalones ajustados, botas militares relucientes con cordones blancos impecables y cazadora de piloto. Introduces tu Vengador en una bolsa de deporte y te cubres la cabeza con un gorro de lana. Antes de salir de tu habitación besas tus dos banderas, la de tu patria y la de tu ideología. Vuelves a repetirte lo bonitas que son.
En el metro sientes cómo sus miradas te atraviesan. A pesar de llevar la cabeza cubierta te sientes observado. Bajas la mirada y tratas de pasar inadvertido en una esquina del vagón. No te gustan sus miradas.
Por fin llega tu estación, observas a tus camaradas al final del andén. Tu corazón comienza a latir a toda velocidad. Sonríes. Los saludas con discreción y os dirigís al parque donde os reunís habitualmente. Allí, fuera del alcance de las cámaras, les enseñas con orgullo tu Vengador. Tus colegas lo blanden con envidia. Ya estás saboreando el placer de golpear carne. Ultimáis los detalles de la acción. Uno de tus camaradas es quien suele repartir las últimas instrucciones. Es el que más experiencia tiene. Es el líder tácito. Conocéis la calle y sabéis que ellos estarán allí hasta que cierren sus bares. Sobran detalles.
Ahora sí, te quitas el gorro de lana y te abres la chaqueta de piloto, dejando al descubierto tu explícita camiseta.
Todo el grupo camina con paso firme y decidido, ocupando el ancho de la calle. Tenéis cara de pocos amigos. Ahora son los demás los que bajan las miradas y se apartan a tu paso. Tú los miras desafiantes. Nadie se atreve a sostenerte la mirada. Llegáis a la calle donde robaron a tu camarada. Seguro que el autor es uno de ellos. Es hora de hacer limpieza. Nadie volverá a robaros. Todos esos puestos de trabajo que ocupan serán para los tuyos. Nadie de los tuyos tendrá que soportar la pobreza por su culpa. 
Desenfundas tu Vengador. 
Dejáis las ideas, pasáis a la acción.
Ellos se agolpan a las puertas de sus apestosos negocios, te da asco solo mirarlos. Al veros corren al interior de sus locales gritando algo que no entiendes. No te hace falta. Vuestra estrategia es acertada. Tenéis la iniciativa, el factor sorpresa, mayoría numérica y medios superiores. Nada puede salir mal.
Comienza la dulce sinfonía de golpes, patadas, gritos, carreras y tropiezos. Tu Vengador ejecuta una dulce melodía de huesos y cristales. Solo importa una cosa: vencer. Brota la sangre, vuelan botellas, caen enemigos inconscientes, recibís algún golpe. Cuando el enemigo se encuentra rendido o derrotado, el camarada líder entona el “vámonos”. El trabajo está realizado. La próxima vez que quieran robar a uno de tus colegas, se lo pensarán dos veces.
Pasarán los días y la policía llamará a tu puerta. Te llevarán esposado a un terrible lugar en el que se escuchan gritos. Te enseñarán imágenes de una cámara de vídeo en las que apareces blandiendo tu Vengador. No podrás negar que eres tú quien lo agita contra la carne del enemigo. Será el peor día de tu vida, pero después vendrán muchos más de encierro en soledad, en los que te preguntarás si de verdad valió la pena.

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