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7/8/11

El maleficio

   Parecía un barrio idílico donde reinaba la armonía, el índice de delitos era casi nulo y las relaciones entre vecinos eran cordiales. Bruce trabajaba de directivo en una gran empresa, tenía una bonita mujer y dos hijos encantadores. La familia parecía extraída de un anuncio promocional del American dream. Brian era su vecino, vivía junto a la familia de Bruce desde hacía veinticinco años. Mientras que Bruce parecía mejorar su posición con el tiempo, Brian había tenido tiempos mejores. Había encadenado algunos errores en su empresa, alguna inversión nefasta y problemas personales que lo habían alejado de su mujer y lo habían acercado al alcohol y las drogas. No era un toxicómano, pero sí un pusilánime que ahogaba sus problemas en el alcohol en lugar de plantarle cara. Cada vez que veía a Bruce aparcando su todo terreno ardía por dentro de rabia. Veía lo que podía haber sido y no era. Su simple presencia le ofendía.
   Un día Bruce dio una fiesta en casa y tuvo una veintena de invitados. Algunos invitados invadieron parcialmente con sus vehículos la propiedad de Brian y malograron su jardín. Aunque los daños los habían producido los invitados, Bruce se disculpó con Brian y se comprometió a repararle todos los daños y a compensarlo de alguna forma. Pero Brian tomó esa reparación como una nueva ofensa. Sentía que le estaba restregando el dinero por la cara. Que era un nuevo oprobio. Cada acto en su presencia lo consideraba una provocación. Así que Brian se rindió ante la evidencia de que Bruce era un triunfador y él no estaba a su altura. Había perdido la batalla de intentar subir a su altura, ahora esperaba hacer que Bruce cayera a la de él.
   Comenzaron los pequeños sabotajes. Clavos en las ruedas del coche, cubos de basura que amanecían por los suelos con toda la inmundicia esparcida, la pintura el coche rayada, cristales rotos... Bruce tenía una enorme paciencia. Al principio lo dejó pasar, creyendo que cesaría si no le daba importancia. Pero eso enfureció aún más a Brian, pues consideraba ofensivo que no mostrase indignación ante tales agravios. De modo que incrementó su capacidad de incordiar. Bruce terminó denunciando a su vecino, pero sin pruebas ni delito consumado no podían hacer más que incrementar las patrullas policiales por la zona. Bruce llegó a gravar a Brian para probar la autoría de los hechos y consiguió que pasara tres noches en el calabozo, pero volvío más encrespado y se volvió más violento. Terminó rompiendo cristales y entrando a la casa para fotografiar sus habitaciones vacías y mandarle las fotos.
   Bruce y su familia se sentían indefensos. Pensaron en mudarse, en contratar a unos matones o incluso en darle una paliza directamente. Hasta que un día, hablando con un antiguo compañero de universidad vislumbró otra forma zanjar el asunto.
   _¿Por qué no le lanzas un maleficio? _dijo el amigo de Bruce.
   _Pues sí, es lo único que me queda por probar _contestó divertido mientras daba un trago de cerveza.
   _Hablo en serio. Es un método limpio, no te tienes que manchar las manos, no te tienes gastar ni un centavo y no necesitas a nadie.
   _Mira, yo no creo en esas cosas, pero estoy tan desesperado que soy capaz de beber sangre con tal de desprenderme de ese cretino.
   _Tú déjame a mí. Te digo lo que tienes que hacer y ya verás cómo ese tío no te vuelve a molestar en la vida.
   _¿Pero eso funciona?
   _Que ¿si funciona? Pues claro que funciona. Pero primero tienes que creer en ello. Tienes que estar concentrado en lo que quieres conseguir. Yo te daré los elementos que necesitas y tú vete escribiendo en un papel todo lo que tienes que reprochar a ese tipo. No te olvides de pensar en lo que quieres que le pase.
   _¿Tengo que hacer eso?
   _Sí, claro. Es importante. Tienes que tener un deseo claro y definido. Puedes querer que se marche del barrio, que cambie de conducta, que lo atropelle un camión... Lo que sea. Pero una vez lo tengas claro, tienes que agarrarte a ese pensamiento y visualizarlo todos los días.
   _Yo nunca he hecho nada parecido. ¿Cómo tengo que hacerlo?
   _Vamos, estoy seguro de que habrás deseado que le pase algo.
   _Todos los días de mi vida. Pero cada día pienso una cosa distinta.
   _Ese es el problema. Tienes que concentrar tus energías en un solo suceso. Cuando te acuestes visiona la película. Observa la escena con frialdad, como si te estuvieras fumando un pitillo mientras lo ves descender al infierno. Todos los días la misma escena. Recréate con la escena, siente el placer que sentirías si estuvieras presente, escucha lo que sucede en la escena, capta los aromas, los gustos, los tactos, las sensaciones, todo. Dentro de unos días me pondré en contacto contigo. No te preocupes si sigue haciendo de las suyas. Piensa que cada día será un día menos.
   _Eso espero. Voy a hacer lo que me dices porque es lo último que me queda.
   _Confía en mí. A mí me ha funcionado.

* * *

   Bruce no dijo nada a su familia para no preocuparlos, pero cada noche dedicó unos minutos a visionar una escena que le producía un enorme placer. Todas las noches durante quince días estuvo recreándose con la misma escena. Cada día se tornaba más realista. Era capaz de percibir los aromas, los sabores, el frío, el calor, los sonidos más sutiles, los matices cromáticos...
   Volvió a quedar con su antiguo compañero en la cafetería de otras ocasiones. 
   _Mira, estos materiales son especiales. Haz lo que yo te diga exactamente y ya verás cómo funciona. 

* * *

   Pasaron varios días cuando Bruce regresaba a casa y sintió que el corazón se le detenía. Una columna de humo parecía salir de su casa. Conforme se fue acercando vio que el humo procedía de la casa de Brian. No puede ser, se dijo. Bajó de su vehículo a toda velocidad y vio que los primeros vecinos comenzaban a arracimarse en torno a la casa incendiada. Sin pensárselo dos veces dio una patada a la puerta y entró en la casa de Brian, subió por la escalera y se lo encontró junto a la escalera, inconsciente. Cargó con su cuerpo y salió como un héroe justo en el momento en que llegaban los servicios de emergencia. Algunos vecinos aplaudieron.

* * *

   La policía no dio ninguna credibilidad a la versión de Brian de que había recibido un maleficio, pensaron que se trataba del delirio de alguien que abusa de las drogas, pero con todo, decidieron buscar entre las cenizas los restos de una inquietante carta que decía haber recibido. 
   No encontraron restos de ninguna carta, así que tampoco pudieron continuar con la investigación de esa línea. No obstante, la policía tenía bien claras las pruebas de los hechos. Brian había dejado una sartén al fuego, había subido a la planta superior por algún motivo y cuando quiso bajar el fuego estaba tan extendido que lo había dejado acorralado. Al poco había perdido la consciencia, hasta que un héroe lo había rescatado.
   Brian tuvo que mudarse a un discreto piso en el centro de la ciudad y desde allí continuó intentando buscar alguien que creyera su versión. Se obstinó en escribir la carta que decía haber recibido días atrás. Decía que le había pasado palabra por palabra todo lo que decía la carta. Aseguraba haber recibido una carta escrita en papiro con lápiz de carbón que decía lo siguiente:
Querido vecino: bien sabes quién soy así que no me esforzaré en presentarme. Durante estos meses has llevado a cabo una absurda tarea por volverme loco a mí y a mi familia. Algo en mí te resulta tan insoportable que no puedes resistir la tentación de intentar destruirme. Debes saber que el destino ha cambiado. A partir de ahora vas a ser tú el que comience a tener mala suerte. Pero lo más desolador para ti es que no voy a tener que mover ni un solo dedo. Es más. Ni siquiera te deseo el mal. Vas a ser tú mismo el que te vas a hacer daño porque tu propia conciencia te impide vivir con libertad. Porque sabes que la tienes sucia. A partir de ahora vas a comenzar a sentirte débil, cansado, apático, sin ganas de levantarte. Enfermarás con frecuencia y no tendrás ganas de hacer daño a los demás. Llegará un día en que sentirás que bajo tus pies arde el fuego, intentarás escapar de él, pero tus piernas no responderán. Te arrastrarás intentando huir del fuego, pero tu cuerpo se rendirá y quedarás atrapado rodeado de humo por todas partes. Nadie habrá movido un dedo para que eso suceda, solo tú serás el responsable de lo que te suceda. No existe forma de que puedas evitar lo que te va a suceder. Tu hora se acerca.


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