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9/11/11

Blues para un planeta rojo

Así se titula un capítulo de la magnífica obra de Carl Sagan, Cosmos, dedicada a Marte. Recuerdo las tardes que pasé absorto leyendo aquellas apasionantes historias del universo y la decepción que me producía volver al mundo real. Después de leer sobre los viajes en el tiempo, la conquista de otros mundos, la explotación de nuevas energías o las dimensiones inconmensurables del universo, regresar al mundo real y descubrir en qué malgastamos el tiempo es cuanto menos decepcionante. Qué importancia podía tener cualquier conflicto político si podíamos unirnos todos para conquistar el universo.
Marte es el arquetipo de paraíso. Es el edén de la ciencia. Podría haber sido Venus, pues es el planeta cuyo tamaño más se aproxima al de la Tierra y se encuentra en la otra órbita vecina, pero dista mucho de ser considerado como edén. Su atmósfera está compuesta casi en exclusiva de dióxido de carbono que le produce un efecto invernadero extremo, cuenta con temperaturas de hasta quinientos grados, nubes de ácido sulfúrico y una atmósfera ultradensa, Por tanto, Venus se asemeja más al averno que al edén. Los ojos se posarón, pues, en Marte. El hermano pequeño de la Tierra, con un diámetro de casi la mitad del terrestre, pero con unas características más compatibles con nuestra vida. Solo habría que proporcionar una fuente de oxígeno y protección contra el frío, pues su temperatura ronda los cuarenta y cinco grados bajo cero, temperatura que podemos encontrar en las regiones polares de la Tierra.
Por tanto, ese juego de palabras de las notas azules del blues al planeta rojo representa nuestro ansiado sueño paradisíaco de conquistar otro mundo. Volver azul al planeta rojo.

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